domingo, 5 de marzo de 2023

Diario de Viaje: Canillas de Albaida (Diciembre de 2021)

 Tras pasar la Nochebuena en casa de mis padres y aburrirse bastante porque no paraba de llover, nos movimos hacia la provincia de Málaga para pasar unos días de descanso. Y cruzar la sierra por Antequera hizo que se despejara todo, el sol salía con fuerza, menudo cambio de tiempo. Pasamos un buen rato en la capital recorriendo su centro y después pusimos rumbo a la comarca de la Axarquía, de tan buenos recuerdos durante mi infancia. Pero esta vez, más que quedarnos por la zona costera, nos introdujimos por zigzagueantes carreteras hasta Canillas de Albaida. Andaba un poco preocupado por la estabilidad del coche (había estado dando problemas las semanas anteriores) pero se portó como un campeón.

El pueblo es bien blanco, pequeño pero no mucho, y enclavado en una ladera. La tranquilidad del lugar era enorme y las vistas hermosas. Desde cierto ángulo, incluso, podías observar el mar en la lejanía. El monte es algo reseco. Hay vegetación y todo, pero será el tipo de tierra que le da un aspecto seco al lugar. Aunque también al caminar atravesabas zonas bien boscosas. Todo el panorama estaba plagado de pequeños pueblos o caseríos de un color blanco intenso y la huella morisca en cada rincón es bien palpable.

Recorrimos Canillas y es un laberinto de callejuelas que te llevan a mil y un lugares. Todo estrecho, empedrado y con zonas de escalones. Es lo que en tu mente se asocia a lo típicamente andaluz. El primer paseo lo hicimos a la hora de la siesta y todo estaba tranquilo, la gente seguía en sus casas haciendo la sobremesa. Esto nos permitió ir desde el lavadero, lleno de macetas, hasta la plaza del ayuntamiento con las blancas fachadas llenas de macetas con flores, la decoración navideña y una fuentecita. El paseo por el pueblo es impresionante.

Otra caminata nos llevó hasta la ermita de Santa Ana, donde hay un mirador con la efigie de un lugareño represaliado en los campos de exterminio nazis. Asombra y entristece que la barbarie pueda llegar a estos lugares pacíficos. De ahí empezamos a caminar hasta la cantera y más allá, hasta la zona de la Fábrica de la Luz, que creo que hace de parador o algo similar. La caminata te introduce en la serranía y hay mucha vegetación y entre tanto silencio pudimos ver durante un largo rato a varios ciervos. Merecía la pena continuar pero la hora del anochecer se nos echaba encima.

En otra jornada atravesamos un viejo puente y empezamos a caminar hacia las casas de campo diseminadas entre las laderas. La estampa del pueblo era envidiable y caminamos un largo rato hasta llegar a una zona sin asfalto. A pesar de ser final de diciembre, el calor era bastante tórrido y nos agotábamos más pero llegamos a la entrada de un pinar enorme donde podías otear más montañas y, creo yo, ver desde otro punto de vista la famosa Peña de los Enamorados antequerana.

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