miércoles, 26 de junio de 2013

Alfonso XII y las Cortes de 1881

En 1881 Alfonso XII comienza su discurso que dar el discurso de apertura le es muy grato, puesto que ve el acto muy directo e íntimo, una expresión del sentimiento nacional. Y más que mediante elecciones se han renovado ambas cámaras legislativas. Espera que las heridas del pasado cicatricen y que uniéndose a él analicen el presente y consoliden más la prosperidad y la grandeza. Con el nuevo Gobierno habla con gratitud de que los enfrentamientos entre ideologías políticas se diriman por medios lícitos.

La experiencia ha mostrado que imponer las ideas por la fuerza no tiene sentido. Los hechos han demostrado que los hechos pasionales son castigados por otros hechos pasionales y que traen más catástrofes que éxitos. La violencia lastima al género humano. Por eso con mucho esfuerzo se ha de mantener la paz y el orden para lograr una auténtica libertad, por eso ve que el mejor medio para asegurar la estabilidad es combinando la tradición monárquica con la actividad política de corte liberal. Por eso exige a los parlamentarios que por encima de sus ideas políticas tienen que crear leyes sólidas y flexibles que den confianza general y permitan el desarrollo de ideas e intereses.

El Rey incide que el cambio de proceder político (el liberalismo bipartidista de la época) ha sido un avance saludable en España y que garantiza la paz; se han olvidado discordias y en el momento del discurso no se contaba a ningún español como rebelde. Con sosiego y confianza aumenta el progreso y la riqueza y esto se logra con la observancia de los principios constitucionales, de los que Alfonso XII se declara firme protector. Se alegra que todo el arco político, desde los extremos al centro, olvidan discordias y se ajustan al proceder legal, puesto que un pueblo sensato es garantía de alcanzar la amada libertad.

En el campo internacional alude que hay buenas relaciones y esto es propicio para los intereses españoles. España tiene buen trato con la Santa Sede y lleva a cabo con devoción las tradiciones católicas. El proceder del nuevo Papa convence a Alfonso XII, que dice guardarle adhesión. Los disturbios árabes en Orán afectaron a intereses españoles, por lo que se vio necesario llevar a cabo tratados con Francia para un entendimiento cordial. Por otro lado, los tratados comerciales conllevan más riqueza para España, destacando las firmas con Colombia, Francia, Venezuela y Gran Bretaña.

El nuevo ambiente social por el avance en el siglo y la nueva Constitución obligan a la actualización de leyes y esto ha de tratarse con mira patriótica, más allá de los egoísmos partidistas. Pide entonces que se cree una legislación que regule el artículo 13 y se cree una tabla de sanciones. Por otro lado, destaca que el Ejército es ornamento y baluarte, poseedor de elevadas misiones. Para el exterior es muy importante que España ya no tenga problemas intestinos y ahora el Ejército ha de ser garante de la estabilidad de la independencia, de la monarquía y de las instituciones representativas. Para ello ha de revisarse la ley de 1878 sobre las bases de reemplazo y reservas para mejorar la organización, siempre según la holgura de la Hacienda pero que al menos destine presupuesto suficiente para que los militares puedan responder rápidamente ante cualquier eventualidad. También se planteará una reforma de los reglamentos del Estado Mayor.

El viaje de Alfonso XII por la costa cantábrica le permitió verificar las bondades de la Armada y por ello conoce de primera mano las necesidades de material indispensable, cosa de alta prioridad.

El Gobierno está fuertemente empeñado en sanear totalmente la Hacienda y se han de proponer medidas para salvar el presupuesto, puesto que el déficit parece que ha perdido el control, cosa no deseada y que se ha de intentar subsanar cuanto antes. Se han de plantear presupuestos y modificaciones de la organización económico-administrativa. Con ello se esperan ingresos bien distribuidos y eliminación de impuestos que dificulten el tráfico y repercutan sobre el contribuyente de manera apabullante. Las rentas han de reformarse con criterios justos. También es preferente unificar las deudas amortizables a tipo fijo y una mejora del crédito puede hacer más fácil las negociaciones con los acreedores, obteniendo beneficios ambas partes.

El clima de paz, por otra parte, ha permitido el desarrollo del título 1º de la Carta Magna y en un ambiente de libertad se pueden expresar todas las opiniones, incluso las más apasionadas. En el ambiente de libertad de imprenta y de reunión se han de dar facilidades de autogestión a los municipios, para que tengan libertad económica y administrativa. España necesita avanzar en avances morales y materiales y es necesario que se hagan actividades que fomenten el bienestar general; por ello se ha de fomentar la instrucción, las obras públicas y la agricultura.

No solo hay que contar con la península, también con las provincias ultramarinas. En Cuba y Puerto Rico funciona la Constitución al ser abolida la censura previa en estos sitios, por lo que tienen el mismo estatus que la metrópoli. Es necesario armonizar el comercio con dichas regiones. En Filipinas ya no hay más servidumbre y no hay trabas al cultivo ni al tabaco, lo que hará que el archipiélago avance en muy poco tiempo.

El progreso está afirmado sobre bases que en el pasado eran criticadas, pero actualmente están ampliamente aceptadas. Hoy en Europa su discusión solo es en el campo académico e intelectual y los gobiernos se dedican a resolver problemas más inmediatos. España no puede quedarse atrás en este punto. El Poder Legislativo ha de estar atento para aplicar políticas que interesen a la nación y permitan mejoras sociales; el pueblo ha de aumentar su nivel y la justicia y equidad han de quedar asentadas. Algo vital para esto es que los diferentes partidos políticos se enfrenten como nobles contendientes y no como enemigos encarnados: lo importante es calmar ánimos, conciliar ciudadanos y asentar la legalidad. Como prueba, el propio Rey dice que no distingue entre españoles, no ve que deba haber amigos y adversarios. Las desdichas pasadas son un buen acicate para la reflexión y evitar los desengaños. La sociedad necesita como los campos un tiempo de reposo para germinar grandes metas. No pide que se aborreguen, sino que no se hagan tentar por arrebatos, que son más motivados por excitaciones no juiciosas.

La ley y la confianza son indispensables para que un rey pueda hacer feliz a su pueblo a la vez que el pueblo hace grande al rey. Hay que recordar los logros españoles y hay que tener esperanza en Dios para que la patria vuelva a levantarse al nivel de antaño en un entorno de paz auspiciada por la libertad (la dignifica) y por el orden (la asegura).

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