domingo, 13 de abril de 2014

La deriva andaluza de Susana

Ante el desastre de Griñán y Chaves con el caso ERE andaluz y la persecución total que les tiene hecha la juez Alaya no quedó otra opción que llevar a la Presidencia de la Junta de Andalucía a la socialista Susana Díaz. El asunto de los otros dos va para largo, pues por fueros y por el Senado (tristemente reformado hace tiempo como cementerio de elefantes) el tema está siendo muy tortuoso.

Muchos criticamos que las primarias andaluzas para su elección han sido un tanto erráticas y se ha impuesto la elección a dedo. Porcentajes cercanos al 100 % en las votaciones con una sola candidata (cuando mostraron su interés en presentarse varias personas, pero inexplicablemente sus avales no fueron válidos) y para más inri siendo la protegida del Presidente saliente, no da mucha confianza. Pero bueno, así fue la forma en la que llegó, marcando el hito histórico de ser la primera mujer en alcanzar la máxima magistratura andaluza.

Sus primeras propuestas y su alocución en Nochevieja me han gustado bastante, se la ve decidida y con ganas de reformar su partido y a Andalucía entera. No sé si solo de boca, pero tiene una palabra convincente y ha movido algunos hilos para acechar a la corrupción interna de su partido. Pero, como viene siendo habitual, no creo que se atreva a desmantelar la red clientelar que mantiene ad infinitum a estas ramas regionales de los partidos políticos de siempre. Me gusta que fuera de Andalucía se la tenga en cuenta, que convenza a otros políticos del potencial de la autonomía andaluza y que plantee cara a cara temas delicados en que, aunque algunos se empeñen de que no es así, toda España se ve afectada. Incluso Rubalcaba la apoya fuertemente y todas sus intervenciones en los congresos del PSOE se la considera una nueva guía y fuente de ideas renovadoras, sobre todo en la reforma federal del Estado (aunque quizás vería bien que Catalunya tuviese una asimetría positiva con respecto el resto de regiones) y el planteamiento de la unidad del Reino ante todo. Quizás falle en ciertas ideas básicas, como su desafortunado comentario sobre que la sociedad ahora está renovada y es joven y no está a gusto con ciertas cosas que no votaron. Como si la Constitución no fuese reformable o no pudiesen participar en el día a día de la política. Si seguimos a su falacia también podría quejarse de que muchos no votamos por el Estatuto allá en los 80 (pero sí su reforma, que es algo que se puede hacer con la Carta Magna, pero también se olvida de este detalle).

Sus recientes apuros con su socio de Gobierno, IU, la van a poner en jaque y se va a demostrar pronto de qué madera está hecha. Si claudica ante un partido político que defiende unos temas pero que se niega a ponerlos en práctica (como la reforma de la ley electoral andaluza, porque, seamos sinceros, a este partido de izquierdas solo le interesa conseguir jugosas Consejerías), va a quedar muy desacreditada. Que no tema por los ataques del PP andaluz. En el Gobierno central se están haciendo las cosas muy mal y por propiedad transitiva afecta a las facciones regionales. Es más, el propio PP andaluz está en una deriva caciquil donde viejos sillones no quieren a los nuevos, que se perpetuarán por un dedo mágico hasta el fin de los tiempos. Esta gente quiere aparentar, no proponer nada y esto de sacar la mayoría de votos en las elecciones tiene pinta de quedar en mera anécdota. Tiene entonces la oportunidad de convocar nuevas elecciones y ver si sale reforzada o si en cambio la gente ya consideró que solo fue una breve brisa en un tórrido desierto.

Andalucía, con su paro insufrible y su falta de potenciación de la I+D+i junto con una agricultura poco modernizada y una fe enfermiza por el turismo, está a un tris de ser un rotundo fracaso blanquiverde para más de ocho millones de personas, que de seguro afectará al resto de España. Susana Díaz tiene buena oratoria y buenas propuestas. Pero temo que solo de cara a la galería. Muchas esperanzas se encendieron con su llegada, pero muchas también han quedado rápidamente desencantadas. Puede que la señora Presidente sea una suerte de Obama española.

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