viernes, 9 de mayo de 2014

Diario de Viaje: Zaragoza (Diciembre de 2013)

Pues tras la visita relámpago a San Sebastián nada mejor que un viaje en tren hasta Zaragoza, antigua capital del Reino de Aragón y de la Taifa que lleva su nombre. Esta visita fue visto y no visto, tiempo justo para salir a dar una vuelta mientras esperaba otro tren hacia Madrid.

Se nota la arquitectura ya diferente respecto a Euskadi o Francia, más edificio, avenidas más anchas y un clima más seco. Eso sí, soplaba una brisa fría que te hacía tiritar, pero bueno, mientras despejase el cielo y con que te diese el sol todo perfecto. Conseguimos Geo y yo un mapa de la ciudad en la enorme estación de trenes y a recorrer un poco la ciudad. Solo pude ver la muralla imponente de la Aljafería pero no tuve la oportunidad de entrar y visitarla, como siempre he deseado. Algún día. Tras unas cuantas fotos y miradas a la arquitectura de la ciudad y del palacio nos fuimos hacia el Ebro, en dirección hacia la Basílica del Pilar y su plaza. Me gustó el paseo fluvial, grande y con algo de arboleda y las esculturas y tal que hay en los puentes como que te gusta mirarlas mientras paseas. La única excepción es un monolito que según recuerdo indica las provincias que recorre el Ebro. Bueno también está el escudo de España, pero el de la época franquista (estoy casi seguro que no era el de 1977-1981, me fijé un rato largo). Parece que la Ley de Memoria Histórica no ha actuado en todos los resquicios.

Por otro lado, me encantó el trozo de muralla romana que está al lado de donde pasa el tranvía y muy vistosa y colorida la Basílica. No entramos, no daba tiempo. Dimos más vueltas por la plaza, que tenía una feria medieval invernal y vimos los palacios de gobierno antes de meternos a callejear en calles estrechas y de colores amarillos, con alguna iglesia que otra. Me dio tiempo a ver además la estatua del emperador César Augusto y retomar el camino de vuelta, aunque nos desviamos para entrar a una barriada típica de la ciudad y atravesar un campo en desnivel hasta la estación.

Hacia Madrid me encantó la orografía de Aragón, exactamente del Sistema Ibérico, que es bastante sinuoso y de colores terrosos. Era como en un paisaje montañoso de Tolkien.

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