lunes, 19 de mayo de 2014

El pacto del bipartidismo

Ante el calor de las elecciones al Parlamento Europeo y la lenta recuperación española se han escuchado en estas últimas semanas que había que hacer algo ya y que correspondía a todos arrimar el hombro. Pero fue Felipe González quien se tiró a la piscina (aunque ya se ha desdicho) que es la hora de que haya un pacto de Estado en el país.

Incluso muchos decían que un acefálico PSOE no podría tomar el relevo en 2015 y si repetía PP otra legislatura la ruptura social iba a ser de órdago. Por eso algunos analistas han llegado a proponer el tal pacto. Renovar las cámaras y elegir un Gobierno (si las encuestas se empeñan en ser fiables puede ser que con mayoría del PP, puesto que inexplicablemente seguirían siendo la opción más votada aun tras perder tal cantidad de votos) con lo más selecto de los dos grandes partidos, seguramente con algún que otro invitado del nacionalismo. Se pondrían a hacer reformas estructurales y a modificar la Constitución en los puntos que todo el mundo pide pero nunca llevan a cabo.

En reiteradas ocasiones y a lo largo de estos años ya me he posicionado a favor de que se arrimen hombros y se trabaje en común, aunque no creo que ya se vuelva a ver otro Pacto de la Moncloa. Unos temen que los rivales se lleven el rédito político, otros temen que los unos se sirvan de ellos y después lo abandonen. Porque seamos sinceros, los casos de opacidad y corrupción campan en ambos partidos sin ningún pudor y no se hace nada por remediarlo. Ya tengamos la contabilidad en B de Bárcenas o los ERE andaluces, parece que queda mejor criticárselo al otro y reducir los supuestos efectos en el propio (como ejemplo reciente, tras el machismo de Cañete, están las expresiones terribles de Valderas sobre la de 'tetas gordas' o el maltratador Eguiguren). Lo raro es que no dicen ellos que importa poco lo de afuera y cada uno al mismo tiempo se sanee en su interior. Y eso que hay una Ley de Transparencia, pero que aún le falta cuajar mucho.

El punto malo del bipartidismo es que si se unen para no cambiar nada cuando se arregle todo vuelven al punto de partida y vuelta a empezar. La aparición de varios partidos más en esta ocasión puede mejorar tanto el voto (que a los peces gordos le conviene bajo) como a la cantidad de propuestas y debate que se pueden dar en el Congreso y en el Senado. Podemos, VOX, Partido X, Ciudadanos, UPyD, Equo, SCyD... pueden ser alternativas que se consoliden en estos años o meras comparsas que terminen difuminándose, pero merece la pena poner atención en ellas y ver si nos convencen o no. Porque siempre podemos cambiar de voto. Y mejor que no se repita bipartidismo por bloques, que cada partido haga presión y palanca a su propio bloque para ver si sus opciones pueden ser tomadas en cuenta. O apoyar las buenas ideas, sin importar de dónde vengan (aunque le duela esto a UPyD, que parece que aunque compartan no votan a favor si no es primero propuesto por ellos), firmar todos un acuerdo por eliminar imputados de las listas, que deberían ser abiertas y dar más protagonismo a la ciudadanía, no solo cada cuatro años.

Este es el trabajo en conjunto que se debe hacer, no el pacto de PP y PSOE porque sí. Que tengan gran número de votantes es porque se ha fomentado a ello, sobre todo que se considera todo como un partido de fútbol. La gente quizás ni sabe cuáles son sus programas electorales, si los tienen. Puede haber con esta nueva hornada de partidos más variedad de planteamientos y más división de votos. Pudo ser un error en el pasado tener unas cámaras legislativas muy fragmentadas, pero hoy es un error creer que unas cámaras bicolores traen la solución. El pacto ha de ser un pacto total, pero de obra, no de firmas y fotos. Y, sobre todo, que no sea de dos firmantes que usan tinta que desaparece al minuto.

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