domingo, 29 de junio de 2014

Disturbios sin fin en Ucrania

Es raro, o evidente según se mire, que en ciertos casos en los que Occidente tiene algo de responsabilidad al conflicto se le llama conflicto, y no guerra. Además, las fuentes de información tanto de un lado como de otro no están siendo nada fiables, por lo que el conflicto de Ucrania parece lejano y oscuro, cuando está cerca, muy cerca de la Unión Europea. El asunto es que seguramente hay un cúmulo de acciones, pero lo que se resalta es que todo esto viene o por la idea enfermiza de la Unión Europea de hacerse con un socio que le dé fuente de energía barata y sin problemas de cabeza o por la idea enfermiza de Rusia de buscar y controlar un 'espacio vital' (concepto que muchos identificarán con las excusas del nazismo para hacerse con medio continente) para desarrollarse tranquilamente y volver a retomar la senda como superpotencia de la URSS.

Todo estalla con la alta corrupción del presidente Yanukóvich y su cerrazón a acercarse a la Unión Europea. Verdad es que muchos que proponían la adhesión, aunque se ha conseguido hace unos pocos días con el magnate-presidente Poroshenko un tratado de libre comercio, eran pensadores de extrema derecha y ultras. Por este motivo, pocos veían con buenos ojos la bondad de la adhesión, ya que estaba cooptada por la plutocracia. Esto hizo que se llevasen a cabo varias protestas multitudinarias y con ataques y represalias sangrientas. Rusia, que siempre ha querido que Ucrania baile su son, siempre estuvo a favor de mantener ambos países lejos de la órbita de Bruselas y comprarse y venderse gas con tranquilidad, pero las marchas cada vez fueron más feroces para contrarrestar las leyes restrictivas que se estaban planteando para frenar a los disidentes. Fue entonces cuando el primer ministro Azarov prefirió bajarse del barco y no ser responsable de lo que vendría. Una ola de aire fresco fue la promulgación de la ley de amnistía, por lo que muchos manifestantes pudieron salir de las cárceles. Pero, evidentemente, las cosas no terminaron ahí.

Con la duda de si se restablecería la Constitución de 2004 y con presiones del Ejército, Yanukóvich lleva a cabo acciones antiterroristas, aunque algunos de los altos mandos no están por la labor de iniciar una masacre. Cuando las revueltas suben y se desprestigia la clase política, Yanukóvich pide inútilmente entablar conversaciones con los opositores, pero el Parlamento lo destituye en una rápida maniobra y el expresidente se toma las de Villadiego. Lo malo de este momento es que regresaba Timoshenko como única opción, o sea, otra corrupta más en el juego. Ante tanto desbarajuste Putin se pone manos a la obra y mueve tropas para sacar tajada y todo este desconcierto hace que los nacionalistas de Crimea nieguen estos últimos cambios y pidan un referéndum para saber si continúan siendo parte de Ucrania (referéndum pero de los chungos, de esos con el voto ya sabido, votando ultras y con control casi militar por parte de Rusia). ¿El resultado? Fácil, independencia inmediata y al poco solicitación para entrar a formar parte de la Federación Rusa, recordando que solo habían sido ucranianos desde mitad del siglo XX y por capricho de jerarcas.

Esto ya se fue de las manos, puesto que varias regiones declararon unilateralmente su independencia. Los organismos internacionales solo pedían conciliación y anulaban con la boca pequeña la referéndum, vaya que Putin les cortase el suministro. Dentro de Ucrania unos se apostaron fieles al país y otros se unieron a Rusia (o se definieron como prorrusos), habiendo actos terroristas por ambas partes, matanzas indiscriminadas incluidas. Si bien el Ejército ruso volvió a su lugar, parecen haber muchos soldados desplegados sin identificación y de incógnito, cosa deplorada por Estados Unidos con la amenaza de sanciones.

La Unión Europea, en parte responsable del desaguisado se esconde para variar, criticando actitudes rusas y beatificando a todos los ucranianos proeuropeos. Pero nada de movilizar soldados para no verse rápidamente contestada. Esto hace que muchos prorrusos lleguen a apoderarse de bases militares ucranianas, sin saber si van a ser entregadas a los rusos, a las autoridades de Crimea o usadas para actos terroristas. Pero los ucranianos tampoco con monjas de la caridad y hacen escabechinas de los más sanguinarias, quede también eso claro. Deserciones y traiciones en cada bando y muertes de inocentes por parte de asesinos que se esconden bajo una bandera, da igual cuál, para legitimar sus fechorías.

Triste todo esto, triste que pueda volver un sucedáneo de la Guerra Fría. Y triste porque los países integrantes de la OTAN no sepan qué hacer: o hablar alto y fuerte a Rusia y quedarse sin gas natural o meter manos en el asunto. Pero el dilema es, ¿a quién ayudar? Esto ya no es como los cuentos de la infancia de buenos contra malos.

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