miércoles, 6 de agosto de 2014

Diario de Viaje: Le Croisic (Enero de 2014)

Tras las vacaciones, merecidas, vuelta a Francia y nueva búsqueda de lugares que visitar. Esta vez fue el pueblo pesquero de Le Croisic al que fuimos en tren un día bastante malo. Casi llovió, pero el viento frío y el cielo plomizo, todo azotado por un intenso viento, hizo que no pudiéramos disfrutar del todo. En Redon el cambio de trenes nos pilló con una niebla espesísima, pero el pueblo, que es una península, no tenía esta desventaja, así que pudimos ver la bravura del Océano Atlántico. Lo primero fue salir de la estación y subir el Monte Espíritu, que es como una cúpula de piedras con la subida en espiral y con piedras salidas, como si las tuviese que escalar Gandalf. El parque, pequeño pero cuidado, para variar (y con el consabido monumento a las víctimas locales que lucharon en ambas Guerras Mundiales). Seguimos por el lado norte, pasando por la mansión Kenaudu y pasamos a los puertos del pueblo, llenos de barcos y con el nivel del mar subiendo. Las casas, estrechas y muy asociadas a los pescadores.

En frente se veía otra zona de tierra con una mansión, que parece que ahora es como un hospital o algo así. Una señora nos dijo que las mejores tomas eran por el larguísimo malecón. Pasamos por una parte parecida a un muelle, bajo el parque Lénigo, con cosas para que los niños jugasen. Si no, se aburrirían hasta la saciedad. El viento y frío en el malecón fue enorme y casi al final nos dimos vuelta y volvimos a la playa de arena amarilla y algas dispersas por todos lados. En un intento de ir a comer volvimos hacia atrás y nos sumergimos en las calles. Pocas casas de madera, muchas de piedra y un Ayuntamiento de diseño curioso. Incluso una iglesia que parecía de negro y verde: Notre-Dame de Pitié (es decir, de la Piedad). En comparación con otros sitios, nada para tirar cohetes, vamos.

Pero el comer es otra cosa, impresionante las galettes que se encuentran en el lugar (Le Cap Horn por si alguien me lee y quiere comer bien visitando esta zona de Loire-Atlantique). Muy repuestos, atravesamos las tranquilas calles del pueblo, viendo organismos oficiales y parques, hasta la zona sur. Esta parte de la costa está mucho mejor, llena de riscos y acantilados. Y unas vistas muy buenas, incluso con bajadas a pequeñas playas para los más valientes. Y el camino bordeando las rocas es espectacular. Y llegar a Pierre Longe (Piedra Larga, se podría traducir; sí, nombre muy tolkieniano) puedes hacerte fotos y tocar un menhir que yace ahí desde tiempos inmemoriales. Incluso las casas y los faros tienen mejor pinta en esta zona sur de Le Croisic. A la vuelta fuimos por el inmenso parque de Penn Avel, con avenidas cubiertas de árboles gigantes. Para los amantes de la naturaleza. Tras eso, la curiosidad de ver casas particulares con nombres propios. Y en grande, hecho de acero e incrustado en la parte más alta y visible de la casa. Muy curioso.

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