miércoles, 1 de octubre de 2014

La agitada vida de al-Afgani (2/4)

Dejamos a nuestro peculiar al-Afgani refugiado al sur de la capital iraní con miedo a ser deportado. En el monasterio que le abrió las puertas reunió a sus discípulos y los aleccionó aún más en sus posturas. Es más, al-Afgani no se contentó con solo esto sino que empezó a enseñarles métodos de oposición organizada, tales como la distribución de panfletos de manera clandestina y las instrucciones para organizar reuniones políticas. Sus discípulos no solo eran gente común, sino que se encontraban en sus charlas ministros persas, como el Amin al-Dawla, ulama pertenecientes a la burguesía más afín al islam y seglares muy próximos a las posturas reformistas.

Sin embargo, en enero de 1891, el Shah invadió el santuario donde se refugiaba al-Afgani. Algunos de sus panfletos contra el Gobierno habían encendido rencillas y odios y sus posturas en contra de llevar a cabo concesiones a favor de extranjeros habían soliviantado a muchas potencias coloniales. Todas las pruebas apuntaban a que estos panfletos eran obra de al-Afgani, así que no se libró de ser llevado a la fuerza a la frontera con Irak, sin importar la crudeza de ese invierno. En esta parte del territorio otomano dio rienda suelta a sus comentarios contrarios al Shah iraní y también escribió contra las políticas de su Gobierno. Desde Irak retornó a Londres, donde siguió con su política de ataques a la Casa Real persa. Fue en la capital británica donde pudo entrevistarse con Malkum Jan. Desde su reciente destierro había dejado por donde había pasado un grupo de adeptos bien entrenado en la agitación política. Y estos discípulos no tardaron mucho en hacer bien su trabajo haciendo que la opinión pública estuviese en claro descontento con las políticas concesionarias del Shah.

En marzo de 1890 se había otorgado, de manera secreta, el monopolio de venta, producción y exportación del tabaco iraní a un británico. Sin embargo, la mascarada no duró mucho, pues a finales de ese mismo año el periódico de Estambul llamado Ajtar que se editaba en persa dio a conocer la historia en una serie de varios artículos muy críticos. al-Afgani no tardó en sacar panfletos en contra de la concesión de tabaco, razón de la referida expulsión de enero de 1891. Tras su marcha sus discípulos se reorganizaron por su cuenta y publicaron durante la primavera de ese año más panfletos en contra de la medida monopólica. Sin un segundo que perder, iniciaron una serie de protestas en las principales ciudades de Persia. El clima previo formado por al-Afgani funcionó como caldo de cultivo para las protestas, aumentadas tras la llegada al país de agentes británicos de la compañía de tabaco que se había quedado con toda la producción iraní. En Shiraz incluso se llevó a cabo la primera manifestación organizada por los ulama religiosos. El líder de dicha protesta fue inmediatamente exiliado a Irak, cosa que aprovechó para entablar conversaciones con al-Afgani. Tras la reunión escribió al-Afgani una famosa carta dirigida al jefe de los ulamas de la rama chií, el conocido Hayyi Mirza Hassan Shirazi. En dicha carta le pedía que denunciase públicamente las prácticas del Shah de venta de los recursos iraníes a los europeos. Ni corto ni perezoso, Shirazi aceptó el reto y criticó al Shah el saqueo de Persia.

Las consecuencias de esto no se hicieron tardar y hubo un conato de revolución en Tabriz. En tal clima muchos religiosos se sumaron a las protestas e iniciaron manifestaciones en Mashad, Ispahan y Teherán. El punto álgido tuvo lugar en diciembre de 1891 en el que todo el país llevó a cabo un boicot hacia el tabaco. La idea del boicot y su ratificación fue de Shirazi. El Gobierno reaccionó, pero torpemente, pues suprimió el monopolio interno de la compañía de tabaco. Sin embargo, nada dijo sobre el monopolio de exportación. El pueblo y los organizadores no aceptaron y se recrudecieron las protestas. El Gobierno entonces inició una brutal represión, llegando incluso a disparar a los manifestantes en Teherán. Hubo varios muertos que provocaron aún más indignación y protestas más contundentes. Ante esta situación el Gobierno se vio obligado a cancelar la concesión del tabaco en todos sus aspectos.

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