sábado, 4 de junio de 2016

Diario de Viaje: Roma (Septiembre de 2015)

Uno de mis planes más esperados era visitar Italia. En un par de ocasiones se me frustró el plan, pero, como dicen, a la tercera va la vencida. Pues bien, de Sevilla a Fiumicino y tras unas pocas vueltas y un engrase rápido del italiano de mi esposa pronto llegamos a nuestra habitación, en lo que eran los sótanos de un antiguo convento. Excelente. Y rápidamente empezamos a pasear por el barrio de Trastevere. Callejeo, plantas trepadoras, cientos de personas, recodos medievales y tráfico a mil. Un barrio con encanto y con la oportunidad de probar el famoso espresso italiano.

De ahí nos pusimos a visitar el río Tíber con esa isla en medio y al pronto entramos en la zona más histórica de la ciudad eterna. Mezcla del arte renacentista tan típico de la zona y antiguos restos romanos nos llevaron al Altar de la Patria, el enorme monumento en homenaje al monarca unificador de Italia, Víctor Manuel II. Con guasa lo llaman el pastel, ya que está sobre una colina y es blanco. Tras recorrer esto pronto llegamos al Foro de Augusto, con sus columnas ciclópeas y los atisbos a lo que tuvo que ser un lugar impresionante. Cerca, creo, está la sede de la emblemática Orden de Malta.

A lo antiguo, con un mapa en la mano, pudimos llegar al Palacio del Quirinal, sede del Presidente italiano. Con la ayuda de algunos transeúntes pudimos orientarnos y llegar a la abarrotadísima Fontana di Trevi, algo deslucida por la ingente cantidad de turistas y las vallas que la protegían en los trabajos de restauración. Un poco de callejeo nos llevó a un hermoso centro comercial y de ahí a otra columna, de nuevo 'pedida prestada' a los egipcios. Las calles y la arquitectura son espectaculares, nos atrapó incluso más que París. Seguidamente, llegamos al Panteón, donde descansan los restos de los reyes de Italia. La cúpula es inmensa e impresiona soberanamente, más el ojo que hay en su centro. De ahí no queda otra que visitar las fuentes de la Piazza Navona, enclavada en el centro de Roma. La anécdota fue aquí un adolescente estadounidense buscando con desesperación un McDonald's. Sí, en la capital de la pizza y la pasta. Un poco de arreglo y a comer lo típico, faltaría más.

Otro día tocó visitar un poco más esta zona, con las numerosas plazas que tiene y dirigirnos hacia el Foro Romano, aunque fuimos por el lado que no era, aunque las vistas desde el Campidoglio son espectaculares. Arcos y restos te daban a ensoñar cómo tuvo que ser la zona en la época de máximo esplendor. La lluvia tocaba ahora, pero no nos impidió bordear el Circo Máximo y de ahí embocar el Arco de Constantino y el famoso Coliseo Romano (antaño el Anfiteatro Flavio). Contemplar la magnificencia de dicha obra y los espectáculos que tuvieron que darse ahí impresionan. Los museos incluso hablan de anécdotas características que han podido reconstruirse mediante la arqueología. De ahí tocó visitar las enormes ruinas del Palatino, donde residían los altos dignatarios. Lo poco que queda no creo que pueda hacer homenaje a cómo tuvo que ser eso.

Por último, antes de descansar para el vuelo de vuelta, tocó pasear por el Foro Romano y maravillarse con los restos de los templos y con los arcos de Tito y de Septimio Severo.

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