viernes, 3 de junio de 2016

Mis idas y vueltas con el andalucismo

Pues si alguien sigue este blog verá que inicialmente (aunque el culmen llegó por 2007) era andalucista y empecé un viaje hacia el constitucionalismo, acompañado por las ideas y buenos augurios de UPyD. Sí, en este largo lapso de tiempo uno ve cómo mi interés sobre política versa sobre el nivel nacional. No sé, pero tiene que haber de todo, desde los que solo se interesan por la política europea hasta los que se embelesan únicamente por la política local. Lo más probable es que muchos se enfoquen en todas pero someramente, hay pocos fanáticos de solo una cosa. Pero por esa regla de tres tiene que haber gente que solo le interese la política nacional y otros solo la autonómica.

Aún me parece raro volver a enfocarme en la política andaluza. Ahora, y por razones más sentimentales que prácticas, empecé a interesarme por la política y sucesos de mi pueblo, en un afán de no terminar de cortar lazos con el sitio que me formó. Pero vivir en el centro de Andalucía tiene un efecto de atracción inmenso. Las historias sobre moros y cristianos, el particular dialecto, las costumbres y folklore (sevillanas y flamenco sobre todo) que han sido extrapoladas a toda España e incluso adoptadas como características. También la historia de familiares sobre los destrozos y crueldades de la Guerra Civil, así como la espantosa represión franquista. También las ideas anarquistas y más actualmente comunistas que siempre predominan en los pueblos vinculados al sector agrícola. La eterna lucha obrera y el problema del latifundismo siempre han resonado en todos los andaluces, en algunos con más fuerza que otros.

Esto ha formado parte de mi infancia, aunque no me ha empapado como a otras personas que han vivido esto de manera más directa. Mi familia siempre tuvo el tino (o no) de no mojarse decididamente por una u otra opción política cuando éramos niños. Ya más en la adolescencia vi decantarse a mis padres más claramente por un sector político. Pero conociendo poco (ya por mi cuenta fui investigando, no mucho aún) ya se me hizo claro que España es claramente un Estado, al que doy un fuerte apoyo, pero compuesto por muchos sentires y sensibilidades, llamémoslas Naciones.

En mis años de nacionalista andaluz llegué incluso a coquetear con la idea de independencia. Eso sí, no unilateral, sino en vistas de un proceso inevitable y en un futuro lejano. Pero recordemos que no solo lo pedía para Andalucía, sino para todas las naciones. Hoy no me tomo esta idea a rajatabla, lo que pienso ahora es que España ha de seguir unida y que en un tiempo se integrará en un nuevo Estado a lo EE.UU. de Europa.

Seguimos, tras recorrer siete de las ocho provincias andaluzas (te la debo, Almería) y contrastar mis ideas con otros tipos de nacionalismo (sobre todo quedé influenciado con el nacionalismo bretón) tengo ahora un nuevo acercamiento, pero a un andalucismo desde un punto de vista folklórico. A ver, no digo que viva el flamenco y las peinetas (en realidad, los aborrezco y no puede vivir una autonomía de esto en vez de apostar por igualdad, socialdemocracia y desarrollo tecnológico), sino más bien de la arbonaida blanquiverde, de la estrella tartéssica, del indalo, de los campos eternos de olivos, de la arquitectura musulmana, del oscurantismo barroco... esos son mis reclamos y cosas a potenciar. Evidentemente, estos homenajes no están en contra de alabar otros símbolos que no vienen de Andalucía. Adoptar más bien que atacar como si tuviéramos miedo.

Vivir en el extranjero (también esto es parte de ayuda) termina limando diferencias. Uno ya no se ve de Andalucía, sino de España. Es más, las políticas nacionales son las que te afectan tan lejos, no las autonómicas. Sin embargo, en la política española la presencia de las regiones y nacionalidades es muy importante. Desgraciadamente, el nacionalismo centrífugo parece ser la única solución para que el Gobierno central se fije en los problemas de las autonomías. Es triste, pero quien no llora, no mama. El autogobierno, necesario y legítimo, se ve opacado por reclamos de lo más estrambóticos y el comienzo de desigualdades. El Senado no funciona como cámara de representación territorial, sino como una versión desmejorada del Congreso. Si el Congreso representa la Nación española y crea leyes útiles (en principio) para el país, el Senado debería encargarse de debatir si esas leyes son buenas para una determinada autonomía, con sus particularidades. Ese debate parlamentario hubiese sido harto interesante. Pero hasta en la cámara baja, la de solo representantes de la Nación por cada provincia, hace apología del nacionalismo.

Vascos, catalanes, gallegos, canarios y ahora también valencianos y aragoneses ponen la frase '¿qué hay de lo mío?' donde debería decirse 'esto ha de ser común para todos'. Los Gobiernos, para lograr sus objetivos, han dado y fomentado estas voces nacionalistas, luego si uno quiere que su autonomía tenga prebendas parece que no le queda otra que montar el mismo lío. Ojalá eso cambie pronto. Andalucía siempre ha estado atrasada. Ocho millones de habitantes vistos como de segunda, un caladero de votos para partidos políticos que se interesan poco en los problemas andaluces. Recordemos que el paro, el fracaso escolar y la corrupción en esta comunidad autónoma son sus particularidades. Cierto que el gobierno autonómico no hace nada para paliar esto, o muy poco. Si el PSOE-A vive de este caos no lo va a cortar para no matar lo que le da de comer.

Un andaluz (entendido como el que vive y paga impuestos en Andalucía) tiene más peso y conocimiento de lo que necesita él y su entorno que uno que viene de fuera y a las prisas. Andalucía tiene un extenso territorio, cubierto con llanuras y cordilleras, con marismas y desiertos. Estas personas que viven ahí intentan llevar el día a día lo mejor que pueden, pero las condiciones no están disponibles. El Estado ha de mirar a todas las autonomías por igual, pero no lo hace por iniciativa propia, solo si hay voces de queja. Quizás un Estado federal podría compensar esto. Un andalucista debería luchar por conseguir esto porque sería bueno para Andalucía, pero poco más, ya que por definición debería estar abocado a la política autonómica. Por eso me parece un despropósito que un partido político nacionalista se defina como republicano, por ejemplo: su misión es que su autonomía tenga voz en el Parlamento y las necesidades de sus conciudadanos, no plantear cambios (o mantener cosas) a nivel estatal, para eso están los partidos nacionales y constitucionalistas.

Mis primeros amoríos con la política (tras la rebeldía del voto en blanco o abstención y mis flirteos con el anarquismo) fue con Foro Andaluz, el partido fundado por Pimentel. Sí, centro-derecha. Después pasé al centro-izquierda de UPyD de Rosa Díez, con un enfoque consitucionalista. Ahora, si me enfoco de nuevo en el andalucismo folklórico (o histórico, para que no piensen en saetas de Semana Santa y trajes de faralaes) no apostaré por ninguno independentista o cuya postura sobre el sistema económico sea el comunismo radical. En este grupete entrarían Nación Andaluza, el grupo Jaleo! o a la CUT del endiosado Gordillo. Lo siento, pero la democracia me permite disentir aunque el fondo sea común. Quizás las nuevas formaciones como Somos Andaluces y Andalucía Por Sí tengan un enfoque nuevo y moderado, que recojan lo mejor del extinto Partido Andalucista y sus escisiones. Trabajar por y para los andaluces, no porque Andalucía sea especial y mejor que las demás regiones, sino porque Andalucía ha de ser igual que las demás regiones.

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