viernes, 8 de marzo de 2013

Diario de Viaje: San Marcos Sierras (Enero de 2013)


Qué mejor cosa que hacer que una nano "luna de miel" en mitad de la nada, pero literalmente. Un buen momento para tomarnos unas verdaderas vacaciones y desconectar de todo el bullicio. Lo malo que está bastante lejos y todo empezó con una bochornosa noche cuando el autobús se retrasó una hora. De todas maneras algo siempre pasa pero a la llegada a Córdoba se desencadenó una fortísima tormenta. Afortunadamente pudimos seguir el viaje pero mi madre empezó a marearse descomunalmente (creo que más que por las curvas de los montes, por el callejeo en Córdoba). Total, que al amanecer llegamos a Cruz del Eje con bronca incluida. Así que en un ambiente destructor logramos evadirnos del día festivo y conseguimos pronto transporte a San Marcos Sierras, en carretera de tierra con más curvas y baches. Sonaba algo quejándose del motor o algo, así que antes de la parada final nos bajamos y caminamos hasta la plaza central y acudimos a una cafetería para desayunar bajo la lluvia.

El callejón del duende es maravilloso, un túnel lleno de vegetación y silencio y la propietaria de la cabaña muy amable. Nos alojamos en la más profunda de su enorme jardín y tras unas vueltas de reconocimiento y vista de los árboles frutales tocó visitar el pueblo que ya tenía algo de movimiento. Todo de tierra, tranquilo y amable, aunque muy chico. El puente, muy curioso y enmarcaba un valle hermoso. La carretera sobrepasaba el río. Después, una descomunal siesta y mucha lectura reactivó nuestras maltrechas energías. Por la noche a dormir temprano, pero reconocimos algunos bares interesantes. A la mañana siguiente nos motivamos y tras saludar a la familia de gansos alquilamos una bicicleta y nos fuimos al río Quilpo, a pocos kilómetros del pueblo. Mucho calor, pero la vista era impresionante. Un río lleno de piedras que brillaban como el oro, zonas de agua prístina. Desniveles imprevistos, agua caliente en la superficie y totalmente fría en el fondo. Una maravilla. Lo malo fue a la vuelta, que se salió la cadena y unos pararon para ayudarnos y Geo fue con ellos hacia el pueblo. En mitad de trayecto se me terminó de romper la cadena y todo bajo un fuerte sol y a pie. Con suerte el alquiler de bicicletas hizo reemplazo por un día más y Geo reaprendió a montar en bicicleta en menos de medio minuto. Por la noche hubo una tormenta inmensa, con granizo y rayos, pero el cansancio nos hizo dormir como lirones.

En la cabaña había un gatito que siempre se acercaba para comer y un sapo enorme, además de infinitud de insectos. El río San Marcos estaba a rebosar y casi de ahoga un perro en el vado de los coches, que hacía catarata. Exploramos río arriba siguiendo una acequia y nos adentramos espectacularmente en el valle, pero no continuamos, vimos unos restos arqueológicos de los pobladores originarios y caminamos por otras calles igual de verdes. Incluso seguimos hasta el final de su recorrido el callejón de los duendes, todo verde y sin sonido humano alguno por largos trechos. A la tarde subimos el cerro de la Cruz en la sierra de Cuniputo. No fue muy bestia, pero la vista era maravillosa. Se veía el pueblo y embalses enclavados en un mar verde, todo vegetación y la vista de las montañas era impresionante. Recomiendo la subida. Por la noche llovió algo pero pude hacer fuerza y lograr hacer mi primer asado. Bueno, asado no, chorizo. Muy ricos, la verdad y eso que el gato (y un perro que apareció de la nada) no dejaban de incordiarme. En el último día recorrimos aún más si cabe la parte superior del río, llegando a la represa y sobrepasándola. Siempre había gente, impresionante. El río tenía menos fuerza pero había muchos rápidos y se podía recostar uno en las piedras para mecerse un poco con la corriente. Por la tarde recorrimos la otra ribera y las partes secas del río. Aviso que el cielo en esa zona es lo más estrellado que he visto, incluso se definía con total claridad una de las Nubes de Magallanes.

La vuelta, otra vez con problemas. Pensamos en ir directamente a Córdoba y suerte, porque casi a final del camino avisaron que había huelga y en vez de terminar el recorrido y adherirse o dejarnos cerca, nos dejó a 4 kilómetros de la estación. Indignación total, pero cogimos pronto un taxi. El punto negativo fue que tuvimos que esperar 6 horas en Córdoba para el transporte a Rosario, lo que nos dejó muy tocados.

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