sábado, 9 de julio de 2016

De robots a ¡personas electrónicas!

Desde casi siempre he sentido gran curiosidad e interés por los robots y más con las películas de culto de finales de los 80 y de toda la década de los 90. Y, por supuesto, la lectura de Isaac Asimov no se puede olvidar. Sin embargo, la mayoría de las veces se los retrata como enemigos naturales de los humanos, luchan desesperadamente por su supervivencia, la cual pasa por nuestra completa destrucción. Sin embargo, ¿esto llegará a suceder? Quién sabe, y yo apuesto porque no.

Se espera, se intuye, que allá por 2050 (o 2040 los más optimistas) se logre obtener la inteligencia artificial autónoma. Un ser pensante que tenga consciencia de sí mismo y que pase cualquier test de Turing. Este hecho vendrá dado por una mezcla: el afán de ir más allá del ser humano y en ansia de conocer qué nos hace humanos, qué es la mente y como se desarrollan naturalmente la consciencia y la racionalidad. Evidentemente, esto tiene sus puntos positivos, pero habrá que estar atentos a los usos negativos de las creaciones que hacemos. Hace falta consenso, discusiones, planeamientos, estudios de impacto social y mucha filosofía, ya sea para entendernos y entenderlos. No es de esperar que el capitalismo trate a los robots mejor que lo que están tratando hoy en día a cualquier trabajador humano: explotación y plusvalía como moneda común. Entonces, si hubo revueltas humanas a lo largo de la historia se puede esperar lo mismo ahora, ¿no? Quizás el miedo del ataque de las máquinas sea un reflejo profunde de nuestra conciencia: miedo porque sabemos que a cualquier subalterno siempre se lo ha tratado a patadas y ahora el metal es más difícil de doblegar que el hueso.

Si empezamos a mirar con mejores ojos a nuestros congéneres quizás la humanidad mejore y nuestras creaciones también, ahí está el punto esencial del asunto. Eso incluso seguirá siendo válido aún cuando las máquinas empiecen a programarse a ellas mismas, a alejar al humano de su rápida evolución. Sí, ya lo dije una vez y me lo recordó un amigo: una máquina no podrá ser más corrupta que el humano que la programó (y parece ser que científicamente esto puede ser así, la particularidad personal a la hora de escribir líneas de código influye en el comportamiento del programa). Y partiendo de esto ya vuelvo a decir mi eterna tontería: que no me importa que gobiernen las máquinas, que sean electas o que incluso voten, peor que un humano (la Historia me lo confirma) ya no lo pueden hacer.

Ahora Europa, para evitar miedos y resquemores, da un paso de gigante y con una mente visionaria propone que si existen personas físicas (ciudadanos) y jurídicas (empresas) pueden existir también personas electrónicas (robots). En principio será para cobrar a los creadores o a quienes las usan, no lo sé, pero en el futuro esto quizás se traduzca a que los robots también tienen que pagar impuestos. ¿Por qué alivia esto? Porque el contratista ahora gana mucho con despedir humanos para tener máquinas baratas, que no rechistan y trabajan a destajo. Si tiene que indemnizar o pagar impuestos por los empleados (sean de carne o de bits) se va a pensar qué le conviene más. Y quizás le convenga contratar más humanos que máquinas por menor carga de impuestos. Y las máquinas pagarán impuestos al Estado como otra persona física. ¿Quién sabe? Lo que hace poco era ciencia-ficción ahora no lo parece tanto, ¿verdad?

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