martes, 19 de julio de 2016

Don Alfonso y Elena Sanz

Si bien Alfonso XII siempre amó a Merchitas (como llamaba cariñosamente a la reina María de las Mercedes) su gran pasión fue Elena Sanz, una cantante de ópera, prima donna del Teatro Real. Elena nació en 1844 en Castellón y pronto fue vinculada en el mundo operístico por su gran voz. Sin embargo, hoy en día se la conoce más como la amante del Rey, por quien abandonó su profesión.

Siendo mayor que don Alfonso, se conocieron en Viena en 1872, cuando el joven estudiaba en el Colegio Teresiano. Él tenía quince años y ella veintiocho. Elena llegó a ser la protegida de la reina Isabel II y esta, asustada porque los juegos infantiles y declamaciones de amor entre su hijo y Mercedes se iban transformando en amor juvenil y sincero, ideó el plan de que solo Elena podría introducir a su hijo en las artes amatorias. Quizás, de esta manera, él se enamoraría de esta famosa cantante y abandonaría sus ensueños por su prima carnal. Pero el destino tenía pensado otro plan, puesto que Elena tuvo que partir a una gira por Sudamérica y dejó expedito el camino para que los primos pudieran seguir su legendario romance.

Ya sabemos que el matrimonio regio duró poco y no hubo descendencia, para alivio de doña Isabel y para tormento de don Antonio de Orleans. Alfonso XII se refugió en El Pardo a llorar a su amada y muchos allegados pensaron que sería capaz de intentar una locura. Fue por esto que intentaron volver a poner en su vida a Elena. Fue así como el Rey acudió al estreno de La Favorita, donde actuaba protagónicamente Elena. Cuando esta terminó la obra y subió al palco regio para cumplimentar al Monarca, la pasión volvió a surgir entre ellos. Don Alfonso no paró de acudir a sus óperas y de escribirle misivas.

Si bien Elena al principio estuvo muy reticente de volver a embarcarse con una relación con este tan alto personaje, pronto volvieron los amoríos compartidos y pronto abandonó los escenarios para consolidar su amor. Don Alfonso también lograba escaparse de sus regios deberes y acudir a los brazos de su amante. Hay notas y fotos autografiadas con mensajes que no son para nada crípticos, sino todo lo contrario.

Sin embargo, esta relación, si bien estaba aceptada por muchos (incluso doña Isabel la llamó 'mi nuera ante Dios'), no podía asegurar la continuidad dinástica al no estar casados. Para evitar un matrimonio morganático se designó por cuestiones de Estado como Reina a doña María Cristina. Cánovas, ante las iras de la Reina por no ocultar ni su marido ni la sociedad la relación con Elena, tuvo que exiliarla a París. Pero fue en 1880 cuando la cantante dio a luz al primer hijo del Pacificador, Alfonso. El Rey no tardó mucho en hacer que volviera a España, consiguiéndole una casa muy cerca de Palacio. Las visitas, como era de esperar, no escaseaban.

El matrimonio regio tuvo dos hijas, Mercedes y Teresa, pero no un varón. Alfonso XII como que se dividía en dos para estar con sus dos familias. Pero el problema vino cuando nació de Elena otro bastardo varón, Fernando. Cristina dio el ultimátum para que Elena y sus hijos huyesen de Madrid. Si no, ella volvería agraviada a Austria-Hungría. Para evitar el escándalo las presiones políticas hicieron que la cantante volviese a Madrid, aunque el propio Rey, de su dotación, daba 5000 pesetas mensuales a su familia. El problema era que lo hacía a escondidas para evitar los ataques de Cristina, por lo que la puntualidad del envío nunca estaba asegurada. Si creía la Reina que ahora el Rey solo tendría ojos para ella, se equivocaba de pleno. Don Alfonso fue de amante en amante.

Cierto que esta distancia empezó a enfriar la relación. Hubo desencuentros y peleas, además de rencillas que se abrieron de nuevo y que fueron creadas en España. Poco a poco la pasión que los unió se fue convirtiendo en una relación cordial. Ya no existía lo que fue, pero siempre estuvieron en contacto y se preocuparon por la salud y futuro de los pequeños.

Cuando el Rey murió en 1885 y María Cristina anunció su embarazo y asumió la Regencia quitó al pronto la manutención que debía recibir Elena y sus dos hijos. Elena entonces chantejeó a la Familia Real, o ingresaba el Trono 31000 francos en un depósito de deuda exterior a retirar por sus hijos al alcanzar la mayoría de edad (estimando una fortuna de 700000 francos) o publicaba las cartas de Alfonso XII que aseguraban la paternidad regia de Alfonso y Fernando. Cartas que decían, por ejemplo:

-Idolatrada Elena: mucho gusto he tenido en verte todos los días en estas funciones

-Amor mío, mañana miércoles 15, a las 11 menos cuarto, espero estar en tus brazos

-Hasta el próximo día que cacemos en furtivo, amor mío

-Adorada Elena: perdón sin anoche te hice tanto sufrir. Varias veces me desperté pensando en ti y lleno de remordimientos

-Querida Elena: hasta hoy no te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un cuarto

-Idolatrada Elena: Cada minuto te quiero más y deseo verte, aunque esto es imposible en estos días. No tienes idea de los recuerdos que dejaste en mí. Cuenta conmigo para todo. No te he escrito por la falta material de tiempo. Dime si necesitas guita y cuánta. A los nenes un beso de tu (firma) Alfonso.

-Elena mía: Qué monería de retratos y cómo te lo agradezco. El chico hace bien en agarrarse a lo mejor que tiene y por eso le va a gustar tocar la campanilla. Tú estás que te hubiera comido a besos y me pusiste Dios sabe cómo. Daría cualquier cosa por verte mas no es posible. Recibe un abrazo, (firma) Alfonso.

-Querida Elena: Hasta hoy no te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un cuarto. Me castigo por el retraso, según verás, remitiéndote 500 pesetas de plus. Seré más exacto en adelante. Me alegro de que el nene esté bueno. Mil besos de tu (firma) Alfonso.

Pero en 1898 murió Elena y sus hijos con estupor vieron que el banco que había elegido el banquero real, Prudencio Ibáñez, había quebrado. La Reina había jugado una de sus peores y más malvadas cartas y había dejado sin dinero a Alfonso y Fernando. En 1907, Alfonso perdió un pleito por el que pedía que se demostrase que era hijo del Rey muerto. El juez adujo que a los monarcas no se les podía encuadrar en el Derecho Común, evadiendo el supuesto de descendencia extramatrimonial. Alfonso entonces trabajó en importantes cargos y casó con la hija de un rico mexicano. Aunque intentaba borrar su pasado siempre tuvo buenas relaciones con doña Isabel y la infanta Eulalia, que siempre los consideraron a los hermanos como parte de la familia.

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