martes, 5 de julio de 2016

Diario de Viaje: Cacela-Velha en Vila Nova de Cacela (Octubre de 2015)

Ya era hora de visitar Portugal, idea que llevaba bastante tiempo cavilando, pero que nunca se concretó. Bueno, al visitar Huelva todo se agiliza y más si tienes unos primos que se apuntan a un bombardeo. En coche, surcamos los cuantos de kilómetros hasta el Guadiana, río frontera entre ambos países. Y en un tris (con cambio de hora incluido) nos sumergimos en las tierras lusas.

Pronto apareció el tema de las carreteras, su calidad baja mucho al cruzar al puente. Se nota que España invirtió de lo lindo los fondos europeos en infraestructuras. Es tonto decir por otro lado que el Algarve, al menos por esa zona, es idéntico en paisaje a Huelva. Sin embargo, los riscos y precipicios frente al Atlántico le dan un aire de más ensueño.

Tras parar en una panadería y deleitarse con productos típicos llegamos hasta una freguesia (algo así como distrito parroquial, barrio más bien) como es Cacela-Velha. Un lugar muy pequeño frente al mar, pero demasiado encantador. Las calles adoquinadas y surcadas de manera aleatoria, las casas bajas y encaladas perfectamente, el cementerio bien coqueto y la pequeña iglesia. El lugar es de ensueño, merece la pena ir hasta allí y sentarse a mirar allá abajo el mar y la playa cubierta de meandros.

Hay algunas esculturas y datos que te indican la larga historia que ha surcado (y lo sigue haciendo) esta linda aldea. La fortaleza con sus puntos de observación le dan un aire más medieval, junto con la prohibición de que circulen vehículos motorizados por allí. Como anécdota, puertas y marcos de ventanas están pintados en un azul intenso, similar al del mar, creando una uniformidad que siempre va a entusiasmar al turista que tenga la suerte de descubrir este lugar.

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