Nunca viene mal un paseo por la playa y más si la arena blanca atlántica se extiende hacia el horizonte. Mi tío nos llevó para allí, no sin antes pasar por la casa de campo que tiene. Momentos felices y tristes tuvieron lugar entre esas paredes pero lo que sí puedo contar es que está llena de árboles y plantas y que nos pusimos gordos de comer pasas de uva recolectadas en el mismo lugar. Los pinos lo inundan todo y pasear entre ellos siempre merece la pena.
La playa estaba algo fría, habían cambiado las temperaturas de los diferentes niveles del mar y eso había hecho que la playa estuviera trufada de algas y de enormes medusas. Estas, blanco-azuladas, con un diámetro de dos palmos, con extrañas posturas a la hora de la muerte, nos hicieron pensar en algunos paseos que tuvo que realizar H.P. Lovecraft, paseos que hicieron bullir su imaginación al preguntarse qué fantásticas y monstruosas criaturas pulularían en el fondo de los mares.
Los bosques típicos onubenses también están por todos lados, haciendo una mezcla de playa y bosque que hace como un canto a la naturaleza. Aún sigo sin entender por qué está tan olvidada esta provincia.
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