viernes, 22 de junio de 2018

Diario de Viaje: Escorca (Abril de 2006)

Retomando los viajes por Islas Baleares toca ver el viaje que nos hicimos hacia la sierra de Tramontana. Entre chistes y locuras varias fuimos ascendiendo hasta el santuario de Santa María de Lluc, ubicado en un paraje impresionante con frondosa vegetación. Las esculturas del obispo Campins, los pasajes con las celdas que ocupaban los peregrinos, la sobriedad del santuario con su pequeña Virgen de Lluc (que, como es costumbre en el levante español, es negra y evoca ciertas leyendas cátaras), enmarcado en medio de la naturaleza, fueron cosa impresionante, sinceramente.

También aprovechamos para hacer un poco de senderismo y ascender un poco más para ver un enorme calendario solar que nos hizo pensar en el tiempo y frustraciones previos hasta su construcción definitiva, y una pequeña oquedad con unas figuras religiosas, como coronando todo el entorno.

El autobús nos hizo ascender más y más por la sierra y ver cómo iba cambiando la vegetación hasta llegar a ver el árido y blanquecino Puig Mayor. De ahí, tocó bajar por la sinuosa carretera que, según decía la guía, fue creada por un ingeniero de caminos al marcar el derrotero que tomaba un burro para descender. Curvas, creo yo, de hasta 270º que pasaban por debajo de sí mismas. Impresionante el descenso y cómo se notaba el cambio de vegetación nos sorprendió, ahora todo más seco, escaso y achaparrado.

Llegamos a la pequeña caleta de Sa Calobra, con algunas casas pesqueras que hacían más de restaurante y de lugar turístico. Ahí nos metimos en un barco para hacer una pequeña travesía por el mar. Impresionante ver las pequeñas caletas con gente que no se sabía cómo había llegado y los escarpados acantilados que rompían el oleaje. Entre ver la estela que formaban los motores y las típicas fotos de recuerdo llegamos pronto al siguiente destino.

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