lunes, 4 de junio de 2018

Menos manadas para que la cosa mejore

Aún resuenan los ecos. Y está bien que resuenen. El machismo que sigue imperando en nuestra sociedad sigue siendo aplastante y mientras que siga zumbando el tema seguiremos intentando no olvidar y enmendar dicha sociedad hasta algo más igualitario y menos sesgado.

La famosa Manada ha sufrido un varapalo muy fuerte y eso es porque, principalmente, las autoridades han creído a la víctima y las pruebas han sido suficientes para dictar una sentencia de ese calibre. ¿Que es poco? Puede ser, pero ahí están los mecanismos de la Justicia para apelar y pedir más rigor. ¿Que fue violación? Seguro, pero hay que ser sinceros y tener en cuenta que en la legislación actual dicha palabra fue eliminada en la reforma de los 90 y dividida en dos casos. Como ha dicho mucha gente, no somos juristas y a veces no nos damos cuenta que el vocabulario de la calle no tiene  por qué coincidir con el vocabulario judicial.

Eso sí, sin quitar nunca la presunción de inocencia (es una de las mayores garantías que nos otorga la democracia) hay que empezar a reflexionar de si es conveniente tirar de jurisprudencia, de unas sentencias hechas en décadas cuando el machismo era la norma imperante. Seguir basándose en estos criterios en esta nueva etapa feminista no creo que llegue a buen puerto. Ejemplos los vemos en que no se ha contado con las conversaciones que tuvieron y que planificaron con antelación algo, en que posiblemente haya sido su modus operandis para otras fiestas (¡en Andalucía, no olvidemos!), en que si no te comportas y sufres como algunos esperan es que no eres víctima...

Hay muchas cosas que mejorar. Por ejemplo, muchos juristas aducen la falta de oposición firme pero, si en esos casos una negativa puede llevar a lesiones severas (incluso la muerte por haberte resistido), ¿no sería una opción lógica en la mente de la víctima dejarse hacer y que todo termine cuanto antes? Es eso lo que no ven, creen que juzgar una agresión sexual ha de someterse a los mismos parámetros que el robo de un móvil con intimidación. Y no es así.

Quizás todo comenzó como una orgía que en cierto instante se torció para mal, quizás tras superar el estado de embriaguez severa la muchacha pudo reflexionar que no quiso hacerlo y nunca pudo comunicarlo en su estado y se sintió usada. Muchos comentaristas de la televisión, erigidos en conocedores de este tema (y de miles más), quieren que las grabaciones se hagan públicas para poder dar su veredicto. ¿Estamos locos? ¿Se creen ellos con capacidad para visionar, reflexionar y opinar? ¡Si no son juristas! ¿O es que quieren verlo por morbo y lo camuflan en rigor informativo? Quizás esos comentaristas que defienden a la chica, en verdad, no creen ni una palabra y solo quieren regodearse con más minutos en pantalla.

Y otro pilar de la democracia, que a veces cuesta darlo a entender a los fanáticos, es que la pena de muerte ha de ser desterrada completamente, en la legislación y en la idiosincrasia. Las cosas no se resuelven matando a los malos, en serio. Y, además, la gente entra al calor muy rápido, queriendo matar a lo primero que le ponen por televisión y más si pertenece a una minoría, tal y como sucede en Estados Unidos (la proporción de blancos en los corredores de la muerte es casi testimonial). Pues no, la vida importa, aunque sea la de estos impresentables. Eso sí, que cumplan una larga e íntegra pena carcelaria, faltaría más.

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