miércoles, 20 de junio de 2018

Mad Max IV: Furia en la Carretera

Tiene sentido que si resumí o comenté las tres anteriores, haga lo mismo con esta. Ya expuse mis miedos hace tiempo sobre cómo esta nueva película podía romper un ciclo cerrado.

Tras la primera entrega (Salvajes de Autopista) y antes de la segunda (El Guerrero de la Carretera) parece tener lugar esta secuela, con un Tom Hardy haciendo el papel de Max Rockatansky (si bien parece que, a pesar de algunas incoherencias, es continuación cronológica de la saga original). Su lucha es dura, pues todos teníamos el rostro de Max identificado con el de Mel Gibson. Sorprendentemente, apenas pronuncia un par de frases en toda la película. No sé si para resaltar su aire taciturno, de caída continua hacia la locura o si para dar protagonismo al entorno y a otros personajes.

La película fuerza varias cosas, aunque no tiene por qué estar mal. Yo había dividido la trilogía en Ignorar los hechos y actuar como si nada ocurriese - Disolución de la civilización y auge de los señores de la guerra - Embrión de la nueva civilización. Esta cuarta parte, colada entre las dos primeras (basado en la pierna de Max, en los sueños casi proféticos con su hija o que posee el Interceptor V8 que es destruido en la segunda parte) habla de un señor de la guerra, más poderoso que Humungus: Immortan Joe. Pero este señor de la guerra intenta crear una nueva estructura social (como también pretende o pretenderá Tía Ama), intenta conservar con curiosos métodos los cultivos de antaño y acopiarse lo más posible de agua, además de usar a su antojo los conocimientos médicos que aún perduran (el tema de la compatibilidad sanguínea). Los War Boys son su ejército, imbuido en una religión nueva que bebe mucho de la adoración a la escasísima gasolina y al poder de los automóviles. Por tanto, es posible que la segunda y tercera división que hice sean simultáneas: lugares donde solo hay señores de la guerra y lugares donde se reformula el concepto de civilización.

La trama es que Imperator Furiosa, una alto cargo de la Ciudadela de Joe, se rebela en secreto de su dictadura. Quizás hay algún efecto aún de la radiación por el uso de armas nucleares porque Joe selecciona a un grupo de mujeres para tener hijos sanos y fuertes, cosa que parece que no es común en la Ciudadela. Ella no desea que estas jóvenes vivan una penura de esclavitud sexual y pretende desertar cuando le conceden la misión de proveerse de gasolina en una ciudad (o refinería) cercana. La película te mete de lleno en la persecución y no te da respiro, luego no se tratan temas con la profundidad que me hubiera gustado: mucha acción y poca reflexión. Eso sí, esboza cómo antiguos oasis se convierten en salinas (con curiosos moradores del lugar), dando a entender que la Tierra sigue siendo poco propicia para ser habitada y un clan de mujeres que lucha por su soberanía, clan del que era miembro Furiosa en su juventud.

Eso sí, el canto a la mujer está presente en toda la película. Por eso creo que Max apenas tiene líneas de diálogo. Él es un mero espectador, observa cómo la gran olvidada de la Historia, la mujer, tiene algo que decir, algo que proponer más allá de la típica violencia del hombre. Una lección en la película que intenta traspasar la cuarta pared y convencer al espectador de que quizás es hora de escuchar otros planteamientos para la sociedad diferentes a los actuales.

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