lunes, 7 de enero de 2013

Diario de Viaje: Totoras (Diciembre 2012)


Desde 2007 que quería visitar este pueblo y casi ocurre que nunca lo vería. Afortunadamente, la casa de mi amiga fue ampliada y nos permitió poder ir algo más de un día a visitar este entrañable pueblo.


Fueron varios amigos, aunque tan sobre la hora que supusimos que al final no viajaríamos nunca y en un tiempo llegamos al pueblo. Muy tranquilo, con la gente mirándonos y con juegos de parque que usamos y vimos peligrosos o inalcanzables para los chiquillos. Estuvimos desayunando en la casa y probando algo de folklore antes de ir a la mítica Fiesta de la Leche y del Queso Azul, no sin antes debatir sobre el consumo de estupefacientes y la fijación pueblerina de comentar todo y observarlo todo. El pueblo es muy pequeño y con aspecto rectangular. Nos quedamos un rato mateando en la plaza central del pueblo, hermosa y muy bien cuidada, con multitud de parras y árboles y una curiosa iglesia. En la Fiesta, por sorprendente que pueda resultar, no había leche, ni batido ni nada, todo maquinaria agrícola y productos para las vacas. Solo pudimos catar un poco de dulce de leche y los restos de queso que abanonaron los jueces del concurso. Al menos había helado. Tras un descanso (y ante la sorpresa de los que se desplazaban por el pueblo siempre en coche) volvimos a la casa de nuestra amiga y nos vimos atrapados por un larguísimo desfile para la Reina de la Leche: chicas emperifolladas subidas en la parte de atrás de una camioneta saludando a todo el mundo que las ovacionaba.


Rápidamente nos cambiamos y a punto de que alguien se nos descolgase de vuelta a Rosario. Pudimos comer el famoso choripán antes de que nos echasen por no haber pagado la entrada para escuchar a un folklorista. A mitad de camino nos quedamos en un bar que prometía y bebimos algunos cubatas. Ya cansados terminamos durmiendo apilados en una habitación.


La mañana nos pilló mateando en el césped frente a la casa, antes del asado de cordero, muy rico por cierto y justo con el helado en la boca del estómago emprendimos la huida hacia Rosario.

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