jueves, 17 de enero de 2013

Instinto de supervivencia (3/4)


El asteroide hizo daño. De eso no cupo duda. Extensiones inmensas arrasadas, especies aniquiladas, bosques calcinados, tierra en la atmósfera tapando el sol. Pero podían haberse recuperado del duro golpe. Lo sabía. Tenían tecnología para ello. La razón de la debacle fue que previamente la civilización se había ocupado de desertizar y destruir su ecosistema. Demasiada fe en la tecnología quizás. O un pueril sentimiento de que podrían resolver todo cuando acaeciese. O que nunca llegaría. Pero los hechos desmintieron a todos y cada uno de los postulados de supremacía.

Harzak se revolvió hasta conseguir una postura cómoda, dentro de sus precarios parámetros. Se movió entre oleadas de dolor hasta saber qué parte de su cuerpo estaba relativamente intacta. Cuando lo supo, entre gemidos de dolor y alguna que otra maldición, empezó a moverse con torpeza hacia su objetivo. Pero estaba cansado y avanzó menos de lo que sospechaba. La desesperación se hizo presente y gimió lamentándose de su maldita suerte, como si lo que le pasara fuese una metáfora de lo que le ocurrió a la especie. Reptó poco a poco hasta que en su mente no había otro objetivo, solo vivía para reptar hacia su ansiada meta. Pero su maltrecho cerebro no se rendía y recuerdos y reflexiones, claras indicadoras de las postrimerías vitales, le asaltaban a cada segundo. Su infancia, su educación, su vida, su trabajo, el holocausto, todo ello era un cúmulo denso de ideas y reflexiones que le hacían olvidar la pena y el dolor. Su diminuto objetivo seguía allí, quizás efímeramente, quizás para toda la eternidad.

Odiaba recordar cómo huyó cobardemente de su familia, temblorosa y con miedo. No podía ocuparse de ella, a estos niveles de supervivencia era él o los demás y en una decisión egoísta y de la que a cada hora se arrepentía enormemente, salió de la ciudad tan veloz como pudo. Se unió a un grupo de vagabundos, con más experiencia en sobrevivir en situaciones difíciles. Pero nadie estaba preparado para soportar tal carga. Muchos de sus nuevos compañeros, hartos de errar por el mundo, decidieron que era el momento de cambiar de táctica. Nada del idílico coloquio para crear un nuevo gobierno con nuevas leyes. Nada de crear una jerarquía mejorada y más amigable. Nada de conservar el conocimiento y volver a difundirlo. Nada de eso. Sus nuevos compañeros decidieron que los instintos primarios eran los únicos que podrían asegurar la supervivencia. Asaltaron viajeros, quemaron pueblos arruinados, mataron con gusto, violaron devastadoramente. Y él, Harzak, participó. Él que se creía un ciudadano modelo y de convicciones puras. Él se bañó en sangre ajena, él degolló ancianos indefensos, él guió al grupo cuando se acabaron en el horizonte las ciudades y la vida. Él fue de los primeros en arrimarse a la fogata cuando el grupo comenzó a practicar el canibalismo por falta de alimentos. Y él terminó con la vida de sus pocos compañeros que aún no habían muerto de sed o locura.

Pero Harzak cada segundo después de ser el último se arrepintió. Quería redimirse. No quería abandonar este mundo con todas esas cargas en su cabeza. Sabía que nada iba a cambiar y no quedaba nadie para dispensar el perdón o el castigo. Pudiera ser que la vida del más allá hiciese el trabajo, pero no estaba tan seguro. Pero quería limpiar su alma, en caso de que existiera. Ahora estaba mucho más cerca de su objetivo, su meta estaba al alcance de la mano. Con un poco más de esfuerzo llegó hasta una distancia prudencial y con más esperanza que fuerzas logró llegar al punto ansiado, a su meta dorada. Ahí estaba, frágil al viento, pero rezumando de vida. Una pequeña y verde planta, con sus hojas recibiendo la poca luz que atravesaba la capa de crueles nubes. El capullo estaba desarrollándose y en poco tiempo dejaría a la vista la flor que con tanto esmero había tardado en producir. Vida, quizás no estaba todo perdido. Él y su especie sí, ya no había más que hacer, excepto cuidar a esa minúscula planta hasta que se hiciera fuerte y diese paso al nuevo comienzo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...