viernes, 18 de enero de 2013

Instinto de supervivencia (4/4)


Ojalá fuese así, aunque temía que todo fuesen vanos sueños. Había pocas especies que aún no habían aniquilado. Quizás demasiadas no podrán resistir estos cambios y se extinguirán. Pero otras especies seguro que son fuertes y atrevidas y se abrirán paso. Florecerán y se esparcirán por el mundo, aumentando su población y adaptándose al entorno. Sufriendo reveses y avances para resistir nuevos envites de la naturaleza. Su suerte podría terminar en que una, al paso de miles o quizás millones de años, llegue a alcanzar la inteligencia. Ya pasó una vez, ¿por qué no otra? ¿Por qué no miles de veces más? En el caso en que fuese remotamente posible era cuestión de tiempo que creasen tecnología y una civilización próspera que se preguntase por su pasado e investigasen los restos fósiles. Para ese día seguro que sus huesos se habrían convertido en polvo y el desastre que habían hecho fuese totalmente eliminado. Quizás algunos restos óseos les llevase a crear teorías y si daban con los restos de alguna ciudad podrían llegar a la conclusión de que no han de repetir nuestros errores y avanzar por una senda diferente, una senda de paz y armonía con la naturaleza. Y que la fraternidad entre congéneres fuese la norma a seguir. Por favor, Dios, o dioses, que no repitan nuestro estrepitoso fracaso. Que la destrucción no sea connatural a la inteligencia. Observadores del futuro, ¡aprended!

Con estos pensamientos se durmió Harzak. Estas reflexiones calmaban su espíritu mientras su cuerpo protegía la planta de las inclemencias del tiempo. Su rictus se relajó. Estaba en paz consigo mismo. Ya no le quedaba por hacer nada en este mundo y se dejó ir. Fue así cómo murió el último dragón en la Tierra, mientras depositaba una esperanza en la próxima especie inteligente, esperanza de supervivencia de esta encarnada en el frágil y verdoso tallo de una flor.

AGOSTO DE 2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...