Ojalá fuese así,
aunque temía que todo fuesen vanos sueños. Había pocas especies que aún no
habían aniquilado. Quizás demasiadas no podrán resistir estos cambios y se
extinguirán. Pero otras especies seguro que son fuertes y atrevidas y se
abrirán paso. Florecerán y se esparcirán por el mundo, aumentando su población
y adaptándose al entorno. Sufriendo reveses y avances para resistir nuevos
envites de la naturaleza. Su suerte podría terminar en que una, al paso de
miles o quizás millones de años, llegue a alcanzar la inteligencia. Ya pasó una
vez, ¿por qué no otra? ¿Por qué no miles de veces más? En el caso en que fuese
remotamente posible era cuestión de tiempo que creasen tecnología y una
civilización próspera que se preguntase por su pasado e investigasen los restos
fósiles. Para ese día seguro que sus huesos se habrían convertido en polvo y el
desastre que habían hecho fuese totalmente eliminado. Quizás algunos restos
óseos les llevase a crear teorías y si daban con los restos de alguna ciudad
podrían llegar a la conclusión de que no han de repetir nuestros errores y
avanzar por una senda diferente, una senda de paz y armonía con la naturaleza.
Y que la fraternidad entre congéneres fuese la norma a seguir. Por favor, Dios,
o dioses, que no repitan nuestro estrepitoso fracaso. Que la destrucción no sea
connatural a la inteligencia. Observadores del futuro, ¡aprended!
Con estos pensamientos se durmió Harzak. Estas
reflexiones calmaban su espíritu mientras su cuerpo protegía la planta de las
inclemencias del tiempo. Su rictus se relajó. Estaba en paz consigo mismo. Ya
no le quedaba por hacer nada en este mundo y se dejó ir. Fue así cómo murió el
último dragón en la Tierra ,
mientras depositaba una esperanza en la próxima especie inteligente, esperanza
de supervivencia de esta encarnada en el frágil y verdoso tallo de una flor.
AGOSTO DE 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario