miércoles, 13 de enero de 2021

Diario de Viaje: Olhão da Restauração (Diciembre de 2019)

Tras lo caótico de la jornada enfilamos hacia el puente que atraviesa el Guadiana y así entrar en mi querido Algarve portugués. Decidimos, por los líos que tiene el tema, ir por carretera secundaria hasta Olhão, viendo la esperpéntica secuencia de que un Porsche fue adelantado por una tartana humeante. Y es que en Portugal se conduce más agresivo, según mi parecer. Es verdad que el asfalto cambia a unos tonos más claritos y las carreteras secundarias, como en todos lados, atraviesan de manera zigzagueante una infinidad de pueblos.

Justo cuando el sol estaba por ponerse llegamos a la bonita ciudad, a un barrio de calles estrechas y cortadas pero con alcorques para árboles y plantas por todos lados. Un italiano nos recibió en una casa del lugar reconvertida en hotelito, las habitaciones daban todas a un patio común con lucecitas navideñas y una enorme cocina. Un poco fresco salir a cocinar y llevar la comida pero todo muy tranquilo. La decoración temática estaba muy bien y tuvimos un susto porque la televisión explotó cuando la pusimos. No pasó nada, por suerte.

Nos pusimos a callejar por la ciudad y el ambiente navideño estaba por todos los rincones. Es muy loco que solo hay un río de separación pero ya notas diferencias en la arquitectura y la manera de ser. La mezcla de edificios altísimos y vanguardistas y casas viejas poco cuidadas crea unas sinergias que son difíciles de explicar, pero que te atrapan. Esas terminaciones que te hacen recordar al diseño inglés tan usado en las estaciones de trenes antiguas nunca dejan de sorprenderte. Esos acerados con aleatorio teselado blanco te confirman que estás en otro país, en una cultura muy similar pero también diferente y que por desgracia no tienes tiempo suficiente para conocerla en profundidad.

Bueno, la caminata nos llevó hasta el puerto, concretamente en una zona que supongo que era una antigua lonja reconvertida a restaurantes de lujo. El ambiente era impresionante y el débil reflejo del sol en el anochecer daba una sensación muy calma. Esa zona es como una marisma en el sentido que el océano queda más allá (Olhão tiene varias islas en esa zona de gran atracción turística) y tenía una decoración navideña con puntos de luz siguiendo la arboladura de una barca de pesca típica de la región (de vela latina triangular, con sus ojos desafiantes al mar y quizás usada desde tiempos bien remotos) y que está consagrada en el escudo de la villa.

Caminamos por varios lugares admirando la iluminación y en algunas plazas te indicaban ciertos recorridos por barrios muy tranquilos y envueltos en penumbra mientras te comentaban de vez en cuando leyendas acaecidas en esas mismas callejas de Olhão.

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