jueves, 14 de enero de 2021

Diario de Viaje: Vila Real de Santo António (Diciembre de 2019)

Tras la visita por Olhão tocó pensar cómo preparar el viaje hacia el siguiente destino porque la inmensa mayoría de autovías portuguesas son de peaje. Las que tienen el peaje tradicional no había ningún drama pero hay ciertas que son de peaje electrónico y estas requieren de, justo al entrar por la frontera (y no por todos los sitios) hay un desvío donde tienes que parar para dejar los datos de tu tarjeta de crédito y que le hagan una foto a tu matrícula. Evidentemente, casi nadie te explica esto y apenas hay sitios web que te lo indiquen, así que lo dejo por aquí. Es más, si preguntabas o entendían que no querías pagar y necesitabas consejos y te decían que hacer, aunque cada versión que escuchamos era completamente diferente. En el Algarve solo hay de este tipo la paralela a la costa pero al norte de Lisboa casi todas tienen peaje, así que ojo al dato.

La primera parada fue en el aeropuerto de Faro, donde intentamos en varios lugares de alquiler de coches preguntar (ya que estaba cerrada la estafeta de correos y muchos indicaron que había que dirigirse a estos lugares). Nada, pocos sabían cómo era, ya que alquilaban los coches con eso ya pagado (o con un aparatito configurado para ello), así que como último recurso decidimos volver por donde entramos y no tirar por la carretera secundaria, sino por la misma autovía y hacer el proceso.

En la ida paramos por la hermosa Tavira, que recorrimos de nuevo y paramos a tomar café y unos postres típicos del lugar. Es una ciudad maravillosa, realmente. Da para visitarla otras cuantas veces más. Y ya que estábamos volvimos a Huelva para aparcar en Ayamonte y darle un buen paseo tras almorzar y ver el verde contrastando con el azul del mar y del río. Sí que también con mi familia habíamos pasado fugazmente por el lugar, así que saldamos la deuda de visitarla como es debido.

¡Por fin hecho! Ya con el trámite del peaje automático bajamos un nivel y decidimos, antes de volver, ir a visitar la cercana Vila Real, que se ve desde el otro lado del Guadiana como una ciudad hermana y de brazos abiertos. Pues nada, aparcando cerca del paseo fluvial empezamos a recorrer esa zona, pasando por un vetusto hotel de inspiración muy principios de siglo XX. Muchos turistas, mucha gente, mucha paz durante el recorrido, incluso pasamos por el barrio pesquero que era más precario para avanzar por una zona boscosa y acercarnos a la triple confluencia de tierra, río y océano, en el Foz do Guadiana. Más lejos de lo que pensábamos pero justo estaba atardeciendo y la panorámica era hermosa. Nuestra perra flipó cuando llegó a la Praia da Ponta da Areia (había un rompeolas en la desembocadura y no se podía acceder, así que decidimos parar en ese punto triple) y estuvo jugando y corriendo como loca. La temperatura era ideal y la comunión con la naturaleza fue espectacular.

Ya de noche, y por la zona boscosa llegamos hasta el faro del lugar, aunque me pareció que estaba demasiado tierra dentro. Callejeamos un poco y llegamos a la Praça Marquês de Pombal con todas las atracciones infantiles navideñas e iluminación de la época. Ya con el frío volvimos al coche y fuimos por la autovía, frenando cuando pasábamos bajo los distintos arcos con cámaras del recorrido. Las señales de tráfico, aunque muy parecidas, eran algo diferentes y a veces me desconcertaba por dónde ir y salir, o en qué punto kilométrico estábamos. Sin embargo, llegamos a Olhão justo a tiempo para comprar algo e ir a cenar.

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