Ya bajaba el sol en el último atardecer del año. Luchando contra la niebla que se arremolinaba en las carreteras que atravesaban los montes llegamos hasta Sesimbra y tuvimos complicado encontrar aparcamiento. Un lugar muy concurrido, lleno de turistas y armando los escenarios para festejar el nuevo año. Lo primero que reparas es que estás rodeado de verde monte y en una ladera, de longitud considerable, ves las murallas del castillo del lugar y te dan ganas de conocer leyendas sobre tan hermoso lugar.
Caminamos hacia la playa hasta llegar al Forte de Santiago, que está justo a pie de playa y en caso de marea alta supongo que sus gruesos muros son bañados por el oleaje. Desde ahí caminamos por las claras playas do Ouro y da Califórnia, viendo algunos murales intervenidos que embellecen el lugar y viendo cómo el sol bajaba cada vez más hacia el horizonte.
Como un regalo vimos un puesto de castañas asadas y pudimos degustar unas cuantas. Daban calor y energía a un lugar cada vez más en sombras y donde el frío reinaba. Era el momento de volver a la casita rural y comenzar los preparativos de la cena de Nochevieja.
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