viernes, 22 de enero de 2021

Diario de Viaje: Portinho da Arrábida en Setúbal (Diciembre de 2019)

De playa a playa en el día de Nochevieja. Tras Setúbal cogimos el coche y fuimos más hacia el oeste, zizagueando por una carretera sinuosa que seguía la costa atlántica y cada vez tenía la orografía más presente la figura del acantilado. Pero lo bueno es que estaba todo rodeado de bosques y el camino era precioso y cautivador. Al final, nos desviamos para entrar en esta minúscula freguesía, así que aparcamos cuando empezamos a ver edificios que se llenarían, supongo, en verano.

Es gracioso que el descenso se hace por una estrecha carretera que va con semáforo porque no caben dos coches en sentido opuesto. Y la acera era casi nula. ¡Y es un buen trecho! Al menos llegas a pasar al lado de las puertas del fuerte de Santa Maria da Arrábida (con el escudo portugués con corona real, indicando que fue construido hace mucho). Abajo, a nivel del mar, había un diminuto aparcamiento abarrotado y casitas de pescador. Sospecho que muchas estarían para ser alquiladas en la temporada estival.

De ahí caminamos por la playa, aunque en esa zona, antes de la playa turística con chiringuitos y esas cosas, es bastante rocosa. Así que pudimos estar un rato a solas escuchando las olas y viendo esas columnas de piedras que parecen rendir homenaje a dioses olvidados. Incluso había sobre una gran roca un pilar granítico con una cruzo lobulada o un trébol de cuatro hojas, no sé. ¿Indicación de cableado? ¿Monumento a algo? ¿Señal fronteriza de jurisdicción nobiliaria o caballeresca? La vista de bosques y mar invita a imaginar leyendas.

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