martes, 19 de enero de 2021

Diario de Viaje: Quinta do Anjo en Palmela (Diciembre de 2019)

Salir de Albufeira y dar unas cuantas vueltas para enganchar la autovía y moverse hacia el norte fue más sencillo de lo que esperaba. Cierto que en los peajes te cobran una barbaridad pero a cambio tienes un camino para ti y pocos más, así que conducir así es menos estresante. El camino tiene montes a ambos lados y es muy verde, se nota la influencia de la enorme costa atlántica que tiene Portugal. Paramos en una estación de servicio para comer y reanudamos la marcha con el lío del cruce de autovías que irradian desde la capital pero tuvimos buen tino de desviarnos por donde debíamos.

Casi a la caída del sol llegamos a la freguesía de Quinta do Anjo, una población no muy pequeña (pero para nada grande) enclavada en una ladera con casas blancas y un silencio acogedor. Un hombre nos esperaba para dejarnos la habitación con cocina y, lo mejor de todo, una estufa a leña que debíamos encender nosotros y mantenerla viva. Un rincón espectacular pero, eso sí, bastante frío por la noche.

A pocos cientos de metros ya termina la freguesía y empiezan los caminos rurales y con un desvío que bordea algunas casas llegas a un cementerio neolítico descubierto por casualidad en unas obras. Básicamente son enterramientos mortuorios en forma de cúpula con abertura en forma de túnel por un lado y otra abertura en la parte superior. Los diámetros de las aberturas eran pequeños y daba la sensación que observabas un útero terrestre, como si las antiguas culturas intentasen emular la contraparte del nacimiento, un nacimiento invertido donde entras a la tierra. Me dejó pensando bastante tiempo y reflexionando sobre la manera de entender el mundo de aquellas personas.

Bajando hacia la carretera principal pasas por la iglesia de Nossa Senhora da Redenção y en el paseo puedes ver algunas fuentes con los escudos municipal y de freguesía y alguna que otra placita. Sí que había varios lugares donde hacían vino y podías entrar a comprar. Malo que pensamos hacerlo en Nochevieja y habían cerrado ya para ese día. Para no pasarlo mal compramos cosas para la cena y las guardamos. Y bien que comimos. Eso sí, esperábamos espectáculos en televisión y solo había entrevistas y te avisaban casi al límite la cuenta atrás y listo. Fue algo íntimo y quizás necesitamos algo más de acción (y más sabiendo cómo iba a darse el 2020). Algo de fuegos artificiales hubo, pero pronto cesaron. Por la mañana de Año Nuevo, cosas de no emborracharse y despertarse temprano, subimos a los montes que coronan Quinta do Anjo y paseamos entre brumas, molinos abandonados y grupos de hippies que meditaban al tímido sol. Un buen lugar para descansar y reflexionar, sinceramente.

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