miércoles, 12 de octubre de 2011

Bienvenida, tita

Al final va a ocurrir que lo que pasa en las películas no es tan descabellado, que las situaciones inverosímiles y los personajes que salen de un bolsillo mágico y que les es casi imposible encajar en el guión no va a ser tan diferente a la realidad.

A principios de este año supe que la familia aumentó. Y no es porque algunos de mis primos hayan tenido descendencia y no me han avisado. El aumento viene de décadas atrás, pero por distintos motivos tuvo que ocurrir un desliz para que tuviese conocimiento. Resulta que mi abuelo, el atractivo barbero, no pudo resistirse a los encantos de una jovencita. Parece ser que iba a su trabajo todos los días a su trabajo a cortejarlo. Y al final pasó lo que pasó. No reparó en que llevaba muchos años de matrimonio y que tenía cuatro o cinco hijos. No me queda claro aún si fue en un viaje que hizo mi abuelo a Madrid o que la joven embarazada tuvo que refugiarse en la capital, pero lo que sí sé es que nació una nueva hermana en la familia.

En el pueblo los chascarrillos y los comentarios no se hicieron demorar. Hasta hubo canciones y algunos comentaban con sorna que el abuelo había estado hasta las tantas de fiesta o que no durmió en casa cierto día. La comidilla del pueblo, vamos. Lo raro es que no me haya enterado antes y todo por un desliz de un tío mío. Llamé a mi madre para decirle que lo sabía y a mi hermano para que tuviera conocimiento. No como reproche o con enfado, sino para hacerle ver que ciertas cosas no pueden estar eternamente ocultas. En un principio la defensa era que la madre era una pelandrusca, pero el fabricar un bebé es cosa de dos, no brotan de las piedras. Después, reflexión.

Los hermanos tardaron poco tiempo en tener conocimiento de ella, pero siempre lo mantenían callado por su madre y lo sacaban a la luz de vez en cuando en algunas reuniones familiares. Parece que mis primos ya lo sabían, pero mi madre tenía ciertas reservas. Muy suyo para lo suyo. Quizás quería mantener la imagen inmaculada del abuelo (como si la culpa se heredase de padres a hijos) o que no quería cambiar el mundo que tenía conformado. Pero con el tiempo se hizo a la idea y la aceptó como la que más.

Nunca se atrevió a pasar por el pueblo. Al principio por respeto a mi abuela, después por miedo al que dirán. Pero una vez unos amigos de la familia pasaron por donde vive y ella dio saludos a su familia. Saludos que fueron comunicados y que desencadenó la visita de una delegación para conocerla. Y así hermano a hermano.

La vida de esta nueva tía no ha sido un camino de vino y rosas. Para empezar, una joven madre soltera era un terrible pecado en la España franquista. La familia le dio de lado y se crió con pocos cariños hacia ella. También parece que su matrimonio y la relación con sus hijos no ha sido todo lo buena que debería haber sido. Pero ahora la felicidad y el amor pasan por su vida. Acude al pueblo cada dos por tres, visita a sus hermanos (ellos bajos, morenos, achaparrados y de pelo lacio, todo lo opuesto a ella aunque no se le puede negar un aire familiar), va y viene en el mismo día desde donde vive. No se pierde ninguna boda o comunión y disfruta cada segundo de las anécdotas y el calor que le dan. Aunque llega tarde la familia nunca es demasiado tarde para recuperar los años perdidos. Ahora toca recuperar las sonrisas y las confidencias. Llamadas telefónicas habituales, fotos, visitas, todo para redimir el tiempo que no se usó.

Ahora solo puedo decir: bienvenida, tita.

-

Publicado originalmente el  17-09-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...