martes, 11 de octubre de 2011

¿Qué es ser alfonsino?

De vez en cuando en este blog me he autodefinido como alfonsino. Una explicación sencilla queda fuera de forma conociéndome. Como primer punto orientativo se llamaban alfonsinos a los partidarios de Alfonso XII allá por el Sexenio Revolucionario, con la cabeza líder del movimiento siendo el malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Hay que decir que los tiempos han cambiado y ser adepto de ideas decimonónicas al pie de la letra es muy arriesgado.

Además, soy hombre de tener un ideario formado de a poco a lo largo del tiempo y no exento de evolución (las ideas fijas e inamovibles son patrimonio de las religiones) y si me atrae un partido político o un movimiento es porque muchas de sus ideas casan con las mías, no porque quiero que me den un saco de ideas que yo adopte. ¿Por qué uso la denominación de alfonsino entonces? Digamos por mi afición a la Historia y por ciertos postulados del Manifiesto de Sandhurst que me convencen. No creo que nadie deba hacer juicios de temor por sólo un nombre, y más si me conocen. Hay muchos colectivos que también escudan sus acciones bajo un nombre: guevaristas, marxistas, maoístas, aznaristas, franquistas, falangistas, etc. y no siempre con bonitos motivos para con la sociedad o tomando al pie de la letra la vida y obra de su patrón a seguir.

Digamos qué es para mí un alfonsino, aunque incurra en una definición que encaje en una única persona, o sea, yo. El alfonsismo tiene una base fundamental: el consenso basado en una tolerancia rigurosa. Para conseguir lo mejor para una sociedad es bueno que la mayoría se ponga de acuerdo, proponiendo cosas y retirando elementos que podrían traer discordia. La Transición es un ejemplo de la manera de actuar de un alfonsino. La tolerancia ha de ser entonces de cumplida obligación, saber que tus ideas no tienen por qué ser las de las personas que te rodean y que es bueno escucharlas y quizás refutarlas pero con una conversación razonada y sin ataques personales y denigratorios, y que nadie por su pasado o sus posturas y creencias sea tachado con prejuicios. La tolerancia también tiene un punto filosófico y religioso. Todas las ideologías que sean compatibles con el buen vivir del ser humano han de ser respetadas, por ello conviene que el Estado sea totalmente laico, para no desprestigiar a ninguna ni favorecer a cualquiera.

Un alfonsino ha de conocer la historia, tanto mundial como española. Una revisión de nuestro pasado sin partidismos, siendo desapasionado y con el único afán de conocer claves que sean indispensables para comprender el estado actual de los acontecimientos. No se puede usar el pasado para atacar al presente, sino para mejorarlo. El alfonsismo pretende que cada ciudadano se comprometa por el bien del país y su mejora. Nada de manipular para que la población se desentienda de los aconteceres diarios económicos y políticos o esperar sentado día a día para que otros resuelvan los problemas comunes. Por ello la educación es un pilar básico para la formación y maduración del pueblo. Una educación basada en postulados laicos y éticos, que abarque todas las áreas del conocimiento y ayude a madurar al estudiante y que se empape de los valores democráticos propugnados por la Constitución. Una educación que una más que separe.

La paz es un norte para todo alfonsino. La guerra sólo trae desastre y separación entre hermanos y para ello es necesario un cumplimiento y acatamiento de la Constitución. Ha de considerarse como norma fundamental y respetarse por ello, pero no para tomarlo como un texto sagrado, sino que le tiene que dar la flexibilidad necesaria para que proteja a todos los españoles y la posibilidad de ser reformada para adaptarse de los avatares históricos que surgen nuevos por el transcurso del tiempo. España ha de estar presente en la vida política de Europa y el mundo, no debe mirarse al ombligo y ahogarse en un onanismo dándose aires de viejas glorias. Porque si no estamos en unión con el mundo siendo parte de él estaremos condenados a ser marionetas de los que sí están trabajando por un mundo más unido.

Los españoles son adultos que tienen que ser conscientes de sus derechos y obligaciones para con la ley, la libertad y la justicia. Sin importar de qué clase provengan (empresarios u obreros) todos deben tener en cuenta el bien común. Los sindicatos han de velar por sus afiliados trabajadores sin depender de manipulaciones gubernamentales, las patronales por el bien de la empresa y la felicidad de los trabajadores que la componen. Cuando se nos trata a todos como mayores de edad se refuerza la democracia y se denigra la demagogia. La capacidad de decidir su propio destino, no sólo con votos sino comprometiéndose en el día a día. Un alfonsino acepta la monarquía como forma política. Un régimen parlamentario donde la jefatura del Estado sólo tenga funciones simbólicas y representativas, que sirva de moderación del funcionamiento diario y que se lleve a cabo con imparcialidad, neutralidad y fuera de sesgos políticos e interferencias con los tres poderes clásicos. Un alfonsino también sopesa el posibilismo, que casi nunca está de moda a pesar de sus grandes ventajas. La democracia es lo vital y si un régimen llega a ser incompatible con ella puede optar por otro para que el funcionamiento democrático continúe operando a pleno rendimiento. A diferencia del alfonsismo decimonónico ha de ser una democracia real y representativa, sin caciques ni pucherazos que incluso hoy en día están vigentes (pero con otro nombre). Los tres poderes han de funcionar plenamente y sin solapamiento entre ellos, controlándose, eso sí, unos a otros para su buen funcionamiento. El bipartidismo de la Restauración (y del actual) no es una buena opción. El ser humano no es bipolar o un ordenador maniqueo, sino que tiene varias interpretaciones y matices sobre un asunto. Los partidos políticos han de velar por los electores y no por sus barones, no como hoy en día. El poder Legislativo ha de constar de múltiples partidos ampliamente representados (no como hoy con la pérfida ley D'Hont).

Las peculiaridades nacionales y regionales han de valorarse y admirarse, pero el bien común es algo que ha de protegerse y fomentarse. Una España federal con competencias definidas para el Estado y las Autonomías que no tenga redundancias y que no disgregue en lo esencial, que los poderes delegados sean tales cuando repercute beneficiosamente a la población y no para satisfacer egoísmos de políticos. La prensa ha de ser libre y veraz, centrada en la imparcialidad con afán de información y no dependiente de subvenciones partidistas.

En fin, esto para mí es lo que es un alfonsino. Si no gusta, lo siento (incluso se podría discutir educadamente para intentar mejorar algunos postulados). Si gusta, agradecido estoy.

-

Publicado originalmente el  30-01-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diario de Viaje: Peñafiel (Febrero de 2023)

 Pues casi sin reponernos del viaje navideño a Portugal tocó otro gran viaje. Mi mujer tuvo que ir a un curso a Santander y yo hacía décadas...