domingo, 9 de octubre de 2011

La Restauración: la causa alfonsina

En una serie de artículos, en principio nueve, desgranaré parte de esta impresionante parte de la historia de España, de la cual somos herederos. La Restauración abarca tres periodos: el reinado de Alfonso XII (1874-1885), la Regencia de María Cristina (1885-1902) y el reinado de Alfonso XIII (1902-1931). Este largo periodo abarca desde el pronunciamiento del general Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874, que acaba con la I República autoritaria de Serrano y finaliza con la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931.


Algunos autores han preferido llevar a cabo una división histórica por décadas más bien que el método anterior (el periodo en el que había cierto Jefe del Estado) y gracias al revisionismo histórico y a un análisis desde una perspectiva más objetiva se ha logrado ver de una mejor manera las luces y sombras existentes. Por tanto, estos artículos los centraré en describir la situación de España durante el reinado de Alfonso XII siguiendo a Feliciano Montero y su tomo "Historia de España 10: La Restauración y la Regencia. La España de Cánovas (1875-1902)" publicado en 1999 en una colección sobre la Historia de España, editada por Endesa y ABC, la Gran Enciclopedia Larousse (edición 1996), amén de varias páginas web dedicadas a la difusión de historia.


Tras la revolución de La Gloriosa en 1868 la dinastía Borbón empezará a mover los hilos para volver a recuperar el trono, aunque el asunto no será nada fácil, ya que el comienzo del Sexenio Revolucionario atraerá a varias figuras prominentes en un intento de consolidar el liberalismo y plantear las bases de la democracia. El principal problema para los pretendientes de esta rama es la propia Isabel II que ha quedado desprestigiada en todo el país, por lo que para que la causa empiece a tener relevancia se ve obligada (tras consular a varias personalidades y las ideas de Cánovas del Castillo) a trasparar sus derechos dinásticos a su hijo Alfonso en junio de 1870, contando con 12 años el pretendiente. Sin embargo, al ser menor de edad es necesaria la presencia de un tutor, en este caso, su madre (y por tanto posible Regente llegado el caso de una nueva vuelta al trono), por lo que aún no quedaba la causa alfonsina libre de los precedentes y vínculos maternos. Ya durante el reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873) la causa alfonsina lucha por hacerse un hueco en el nuevo panorama político de mano del Duque de Montpensier, Antonio de Orléans, a la sazón tío del príncipe Alfonso. Pero parece ser que su labor no fue muy buena, ya que no pudo hacer su opción una idea relevante y los moderados y los simpatizantes de la causa borbónica nunca confiaron plenamente en sus facultades. Ante esto, en busca de un nuevo adalid del alfonsismo, muchos se decantan por el antiguo amante de Isabel II, el general Serrano. Pero este personaje es bastante curioso, ya que además de andar en la real cama fue uno de los líderes de su destronamiento y firme impulsor de la causa de Amadeo I (tanto que llegó a ser Presidente del Consejo de Ministros en 1868, 1871 y 1872), por tanto, no sé cómo los partidarios de Alfonso no esperarían alguna jugada rara. Y como era evidente, ésta llegó. Tras la proclamación de la I República en febrero de 1873, Francisco Serrano vio que la crisis monárquica había dejado las cosas traspuestas y si jugaba bien las cartas podría alcanzar la Presidencia y convertirse en dictador perpetuo, o al menos, ganar mucho poder e influencia. Por tanto, juegos tras juegos, la causa alfonsina recayó finalmente en Antonio Cánovas del Castillo en el verano de 1873, hombre de gran personalidad pero con ciertas ideas altamente cuestionables.


El golpe de Pavía en enero de 1874 pone en jaque a la República, creando durante este año una pantomima de ella y con Serrano como Presidente. Sus reformas unitarias y autoritarias lo convierten en definitiva en alguien ajeno a la causa alfonsina, por lo que Cánovas empieza a mover ficha para granjearse la amistad y comprensión de los moderados y de los simpatizantes borbónicos. La creación de una opinión favorable a la Restauración será entonces el centro de sus movimientos, cuidando entonces la figura del Príncipe en la prensa del momento, así como buscar contactos y apoyos entre los militares. La creación de círculos alfonsinos políticos y militares poco a poco irán consolidándose hasta hacerse una opción a tener en cuenta en el marco de la época. Cánovas parece que tenía en mente reutilizar a los miembros del antiguo Partido Moderado de la época de Isabel II e ir consolidando un futuro Partido Liberal-Conservador que apoye a Alfonso de Borbón para ocupar de nuevo la Corona. Este embrión de partido contará con el espaldarazo de la revuelta en el seno de la República de Serrano, en la que se ve obligado a elegir Presidente del Poder Ejecutivo, quedando entonces con las manos atadas en su proyecto presidencialista autoritario. Ahora como una figura representativa su idea de perpetuarse en el poder quedaba algo más difusa y las opciones monárquicas empiezan a tener relevancia inmediata. Entre los apoyos a la causa alfonsina tienen amplia repercusión ciertos sectores de Cuba y otras colonias. Cánovas aprovechó los temores creados durante el Sexenio por las ideas antiesclavistas y reformistas que habían puesto en movimiento a ciertos sectores inmovilistas, por lo que los apoyos de la perla del Caribe y los fondos que podían recaudar ayudaron a la causa alfonsina, quedando entonces consolidada por aquellas zonas.


Los militares en esa época estaban revalorizados por la multitud de conflictos que estaban vigentes en España, tales como el carlismo, el cantonalismo y la sublevación de sectores cubanos. Por tanto, el alfonsismo, para consolidarse y no quedar en contra de sectores clave, decidió granjarse la amistad de célebres militares mediante contactos y diálogos sin fin. El grupo militar de Cuba pronto apoyó la causa y en la península también se adherían cada vez más, por lo que al final el presidente Serrano se vio rodeado de alfonsinos, en una época que necesitaba de los militares como nunca. Sin embargo, Cánovas no quería de ningún modo darle un peso enorme a los militares, no quería establecer un régimen por las armas ni basado en él, sólo veía que era algo positivo tener a los militares de su lado pero que la Restaruación debía ser una época dominada por civiles y no por los militares. La era de los pronunciamientos debía dejar paso a la era de la discusión política. Deseaba un futuro conciliador donde las rencillas dejasen lugar a la paz duradera (curiosamente, éste fue el caballo de batalla también durante la Transición de 1977-1981, nada de venganzas). Cuando la causa alfonsina entonces presenta visos de alternativa sólida a la I República empiezan a originarse disputas en el seno del alfonsismo. Naturalmente, cuando una opción tiene visos de convertirse en real todos intentan trepar arriba para llegar al lugar más alto, por lo que los canovistas (los simpatizantes borbónicos de talante conservador) se enfrentan con los moderados. En primer lugar, Cánovas tuvo un gran apoyo del alfonsino José de la Concha que tras su presidencia al final del reinado de Isabel II y los méritos obtenidos por la lucha contra los carlistas en el norte hizo que la mayoría de soldados y altos cargos militares viesen válida la opción alfonsina. Pero al morir en el frente se harán fuertes los moderados con Martínez Campos como cabeza visible. Muy a pesar de Cánovas, sin olvidar sus diferencias ideológicas, Martínez da el golpe de Estado para restaurar la monarquía, por lo que Cánovas desaprueba amargamente el inicio militarista del reinado de Alfonso XII. Quizás lo hiciera para desprestigiar al propio Cánovas, ya que éste veía muy probable que durante el año 1875 las Cortes pedirían la vuelta del Rey debido a las inestabilidades que estaban sufriendo (y tomando en cuenta la desidia del pueblo español que no vio plasmadas sus expectativas durante la I República). Por tanto, los moderados y canovistas chocan durante el primer año de la Restauración por su diferencia de miras y concepción del alfonsismo.


Desde una perspectiva internacional hay que contar la presencia de Prusia y el posterior II Imperio Alemán. Bismarck, canciller del Imperio, planea una política intervencionista en todas las potencias europeas, por lo que Cánovas intenta que su proyecto sea bien visto por los prusianos para consolidar sus opciones restauradoras, consiguiendo un apoyo tácito ya en 1874. Para granjearse también la alianza del Imperio de Austria-Hungría, el pretendiente Alfonso acude a estudiar en la academia Teresiana de Viena, aprovechando su estancia para visitar esta hermosa ciudad y ser partícipe de la organización de la Exposición Universal de 1873 celebrada en esta ciudad. La Familia Real estaba exiliada en París, manteniendo buenas y respetuosas relaciones con los altos cargos de la III República Francesa, por lo que Cánovas, para fortalecer las relaciones Francia-España les aconseja tener cuidado con las opciones bonapartista y legitimista francesas. Mientras tanto, Serrano daba tintes macmahonistas a la República Española (McMahon fue un monárquico que llegó a la Presidencia francesa en 1873, momento en el que pactó con conservadores e intentó una nueva restauración del trono francés; es más, para intentar llevar a cabo sus planes incluso disolvió el Congreso), observando entonces sus ideas autoritarias. Para contrarrestarlo y para dar una instrucción constitucional al Príncipe, para que sepa desenvolverse en él y aplicarlo en España, Cánovas medita largo y tendido hasta que decide que acuda los últimos tres meses de 1874 a la academia inglesa de Sandhurst. Ahí recibe una diestra instrucción militar que lo prepara como soldado, además de empaparse en el parlamentarismo inglés y ganar las simpatías del Reino Unido a su causa. Esto crea un balance entre potencias y ayuda a poner a España en un punto medio para que el alfonsismo sea bien visto por liberales y absolutistas. El 1 de diciembre se redacta el Manifiesto de Sandhurst, donde se plantea la candidatura de Alfonso de Borbón, la situación española y la manera de pensar del joven pretendiente (17 años recién cumplidos en esas fechas). Este Manifiesto se convierte en la guía de todos los alfonsinos y funcionará como un programa "electoral" a cumplir. El último aliado a conseguir era al Papa, que no se había decantado por la causa de Isabel II o de Carlos VII, al no saber quién ganaría en la actual guerra carlista. Estas medias tintas y conveniencia vaticana termina cuando se ve que la candidatura de Alfonso de Borbón es la más probable, no sin antes hacer tentativas en ambos bandos, reuniones privadas, acercamientos durante la era del Rey Amadeo I y conversaciones con los cargos de la I República. Incluso plantearon una unión matrimonial para fusionar las ramas dinásticas isabelina y carlista, algo finalmente desechado por incompatibilidad de caracteres de ambas opciones. Una vez que Alfonso se convierte en Rey, la Iglesia apoyará la rama moderada del alfonsismo, ya que éstos fomentan la unidad católica en contra de los canovistas, que plantean tolerancia religiosa.

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Publicado originalmente el  01-06-2010

2 comentarios:

  1. ¿quien defendio la causa alfonsina y qien mato a ese personaje?

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    Comentario original hecho el 10-01-2012

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  2. Creo que comenté, y en posteriores artículos así lo hago manifiesto, que el pilar fundamental de la causa alfonsina fue Cánovas del Castillo. Como indicas, fue muerto en un atentado anarquista cometido por el italiano Michele Angiolillo.

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    Comentario original hecho el 10-09-2012

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