martes, 11 de octubre de 2011

Las funciones de la Corona

Desde siempre me han enseñado que lo importante de un país es que hubiese en él democracia, lo demás (que viniese ésta gracias a un régimen u otro) era accesorio. Hay gente que no lo ve así y lo respeto, pero me parece que es cortar posibilidades a la llegada del juego democrático. También he visto que el español medio tiene una formación republicana pero que España es monárquica por pragmatismo, eso hace que día a día se revalide la forma de gobierno mediante la obligación de realizar acciones acertadas (que no será elegible, pero es más sensible a la crítica y le afecta en demasía cualquier metedura de pata). Por otro lado, ya escribí hace tiempo que más democracia no era votar más (que para algunos es condición sine qua non, olvidando la votación sobre la forma de gobierno que propugnó el PSOE -votó a favor de la República, quedándose solo, ni el PCE le acompañó- durante la Legislatura Constituyente o el referendum afirmativo de la Constitución de 1978), sino que contemplaba una madurez del ciudadano y una actuación responsable de los políticos elegidos mediante sufragio y equilibrio entre poderes. Lo que es evidente es que no todo en la vida de un país puede llevarse a cabo de manera democrática: sería aborrecible y quien lo promulgue entra en el terreno de la demagogia. No me sentiría muy cómodo si voy a un médico que consigue su puesto por votación, prefiero que esté ahí gracias a sus méritos (que sí, que puede haber enchufe pero sospecho que son los menos), me siento mejor si sé que la nota de un exámen está en función de mis conocimientos y capacidades y no si ha sido otorgada mediante un plebiscito entre profesores correctores o si es fruto de un diálogo entre profesor y yo mismo. Otros puntos iguales en cuanto a jueces, magistrados, militares, policías, etc.

Creo que la Corona es un poder que se caracteriza por ser neutro, imparcial y moderador. Al no ser proviniente de un partido político no tiene vicios electorales ni tendencias para un único sector de la población que les ofrece sus votos. Además, sospecho que por definición la Jefatura del Estado es un cargo simbólico y representativo y que si quien llega a él se distingue por proclamar una opción política inevitablemente echa para atrás a los representados que no comparten esa opción. En ciertos países la Jefatura además comporta la capacidad Ejecutiva, creando un conflicto de intereses, pues la definición de moderación queda rota al ser uno de los tres poderes clásicos. La Corona tiene que velar por el buen funcionamiento de los poderes que afectan a la vida del ciudadano, que los ha elegido conscientemente, y viceversa, estos poderes deben vigilar el buen hacer de la Corona, creando así un equilibrio (hacia un lado es la cualidad de auctoritas -capacidad de aconsejar y ser consultado-, que no de potestas -capacidad de ejercer atribuciones legales directamente-, y hacia el otro es el denominado refrendo). Que el cargo sea vitalicio y hereditario es lo que la gente ve como irracional, pero teniendo en cuenta las funciones representativas internacionales se puede sopesar que es necesario un aumento de experiencia para saber representar mejor los intereses de España en un plan a largo plazo. Pasando el testigo dentro de la misma familia (que tiene muchos derechos recortados en contraposición de las atribuciones que deben dar al país) se evita intereses electorales y se fomenta que desde los comienzos se hagan estudios y educación tendentes a saber realizar lo mejor posible en un futuro estas tareas de representación y moderación. No me vale que se achaquen muchos errores o actitudes políticas a algo que no le compete, cambiando de régimen no creo que el nuevo Jefe de Estado no cobre o que desaparezcan los corruptos, el nepotismo, el ansia de blindarse un futuro monetario, las recepciones oficiales... Que esto no sea una loa para decir que hoy en día todo va bien, sino que es un esfuerzo para que haya más bien antes que tarde una regeneración de la clase política, una justicia más independiente y una ley electoral justa. Los cuentos de hada ya quedaron viejos y pase lo que pase siempre hay desperfectos que se pueden mejorar, que debemos exigir mejorar o mejorarlos nosotros mismos. Nadie es infalible, pero cuando vives varios años en un país en que la forma de gobierno es la que predican con ilusión muchos de tus amigos y ves que no tiene esas maravillas que anunciaron (y que esas cualidades incluso son duramente criticadas por los habitantes de las repúblicas) y que la gente que vive desde que nación en ese régimen tiene críticas a la actuación de políticos es que las cosas no son tan sencillas como muchos quieren creer. Aparte, en España no hay un movimiento unificado republicano, cada grupo tiene una concepción radicalmente diferente e incompatible a la del resto (parlamentarismo, presidencialismo, centralismo, federalismo, confederalismo, buguesa, revolucionaria, izquierda, derecha, comunismo, separatismo, españolismo) y la masa crítica sólo aparece en fechas señaladas y no de manera diaria para crear una alternativa fiable y de peso.

Y para que haya una buena actuación hay que atenerse a los artículos de la Constitución y el buen hacer. Hace pocos meses el Rey recibió en audiencia al recién elegido Presidente de Cataluña, Artur Mas, que le iba a mostrar su plan independentista. ¿Debería haberle recibido como trato obligado por ser un representante elegido por el pueblo o debería haberle negado la reunión por atentar contra la unidad que él representa? Hubiese lo que hubiese hecho las críticas habrían salido de todos lados pero es una pena que no pueda defenderse el Rey por sí mismo y no pueda desvelar lo que se dijo en la conversación (a lo mejor fue una palmada al hombro y un risueño "Sí, sí" como diciendo "tendrás fe, caradura", a lo mejor fue un diálogo que sentó bases para una posible autodeterminación). Lo más seguro es que fuese un despropósito a la población catalana harta de imposiciones lingüísticas y persecuciones por ideas no nacionalistas: la mayoría de Cataluña le suena como brisa eso de independencia y derechos históricos cuando en realidad lo que quieren es vivir en paz y tranquilos, que los políticos se enfasquen de verdad en las preocupaciones populares y rebajen la deuda galopante que hay hoy en día y que se reduzca la fuga de cerebros de las universidades, que bajen los impuestos desorbitados y las altas tasas de transporte público. Creo sinceramente que es lo que la población catalana desea de verdad y no si la vida es más bella viviendo en veguerías y no en provincias o que haya unos símbolos nacionales y no otros. Que el dinero en impuestos se vaya en embajadas fantasma y en consultas soberanistas que tienen poquísima participación y que tienen reglas tan laxas que pueden votar inmigrantes sin residencia, menores de edad, e incluso varias veces, creo que es para darles un buen tirón de orejas, tanto a ellos como a sus cargos de confianza colocados a dedo.

Una anterior vez fue con el líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, que fue recibido en Zarzuela portando insignias republicanas y con un proyecto basado en suprimir la Corona para hacer algo más llevadera la crisis (sin comentar que es de los presupuestos más bajos de Europa para un Jefe de Estado -aunque sería deseable que las cuentas fuesen públicas hasta el último céntimo-, que si bien entra una buena parte por Patrimonio Nacional, estos gastos permanecen da igual qué régimen se dé). No reporcho la opción republicana, un posibilista no reniega de nada, ni que llevase símbolos con los que se siente identificado, faltaría más, sino que fuese a decir a voz en grito en lo que creía y que podía hacer ese ahorro de poco más de 8,5 millones de € en vez de ocuparse de los verdaderos puntos de la crisis: paro, mala educación, desafección hacia la política, pésima política energética y científica, etc. Quizás el Rey lo recibió por ser un representante democrático, quizás para hacer ver la patochada de la izquierda trasnochada, quién sabe. Pero de igual forma recibió críticas. Lo más curioso es que pocos meses después, la propia IU salió pidiendo al Rey que interviniese en el asunto de la activista saharaui Aminatu Haidar, expulsada de Marruecos y retirada de pasaporte. De no quererlo a desearlo que ejerciese prerrogativas típicas del siglo XIX, tales como la decisión de rumbos en política internacional y la potestad ejecutiva, ambos aspectos actualmente prerrogativa indelegable del Gobierno de España. Como mucho podía haber llamado para intentar calmar los ánimos y favorecer acuerdos o llamadas al Gobierno, pero nada más. A lo mejor querían que hiciera algo inconstitucional para después ponerlo a parir.

Es seguro que la Corona debía haberse involucrado más en la vida del país, porque a veces parecía que estaba de oídos sordos ante cosas que merecían el consabido toque de atención. No digo entrar a meter las narices como a principios del siglo XX, sino obedeciendo las capacidades que otorga la Constitución, ni una más. También quizás haya habido esos tirones de oreja pero en reuniones privadas y que no han trascendido nunca (quizás con Zapatero pasó como con Suárez en la que se puso de manifiesto en una reunión la inestabilidad del país, quizás por simpatías no), así que esa publicidad entonces queda a cargo del personal responsable de la Casa del Rey. Hay meteduras de pata, por supuesto, pero creo que quedan muy por debajo de los éxitos conseguidos y que la magnitud de aquéllas no dan para dos días de escozores y que las de éstas (como el encauzamiento democrático durante la Transición y la oposición del golpe de Estado) son de altura considerable. De todas formas, hay un postulado inexorable, no por ello menos justo: si un Rey lo hace mal se coloca a un Presidente, si un Presidente lo hace mal se coloca... a otro Presidente.

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Publicado originalmente el  25-04-2011

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