domingo, 9 de octubre de 2011

Garzón y la memoria

He tardado deliberadamente un tiempo en escribir el artículo, para que los humos hayan pasado y analizar fríamente la situación y con menos ánimos caldeados. Sin embargo, es preciso que tenga en cuenta que es un tema tan dalicado que seguro que no será del agrado de todos y lloverán críticas. Espero que sean constructivas, al menos. Pero un blog personal siempre conlleva un par de riesgos.

El juez Garzón siempre ha sido un hombre de una gran talla. Defensor de la libertad y de los Derechos Humanos, tanto a nivel internacional (con el dictador chileno Pinochet) como en el ámbito nacional (jefes de la cúpula etarra). Se le ha definido en varias ocasiones como juez estrella y es de admirar su tesón y su afán de justicia. Por todo el mundo siempre le llueven críticas favorables. Sin embargo, es humano y también comete fallos. Es conocida su inclinación política y también han aparecido errores de bulto como la liberación de un terrorista etarra para que cuidase de su madre (habiendo familiares fuera de la cárcel que se podían encargar de la buena mujer; es más, salió y ni la vio, aprovechando para huir), como algunos gastos supuestos durante su estancia en Estados Unidos, donde hizo mal uso de su dinero. Por tanto, por mucho que lo admiremos es propenso a tener fallos y aciertos. No digo que lo que haya hecho esté mal, sino que hay que ponerse en su situación para entender el asunto. Tiene pasiones y acciones que hacen que la objetividad maquinal no se alcance. Que su idea es encomiable no hay duda pero para mí incurre en un defecto de planteamiento. Podría haber hecho la denuncia y el ataque al franquismo desde el Tribunal Penal Internacional de La Haya, donde se investigan los crímenes de lesa humanidad. Puede condenar con razón el golpe de Estado de 1936 y dar a entender a la posteridad que fue algo horrendo y antidemocrático. Por muy mal que lo estuviera haciendo la República, era el electorado el que tenía que dar su opinión al respecto, y por medio de urnas y votos. Acusar a los que ya han muerto, aun sobre la pena de ser simbólico o macabro, es algo que confirma lo que la gran mayoría tiene en la mente. Quizás encausar o darle un rapapolvo a los que quedan vivos del último Gobierno o Cortes franquistas, como una satisfacción a la democracia. Y por último, pero no de menor calado, localizar las fosas comunes e identificar a los muertos para que su familia tenga constancia del paradero de su antepasado y puedan hacer un entierro digno. Bueno, para ser racionales y no revanchistas (porque a toro pasado todos somos valientes) habrá que hacer lo mismo para las víctimas del otro bando. Muchos objetarán que fueron del bando de los malos y no es necesario, pero según he escuchado por familia paterna y materna la mayoría de integrantes de ambos ejércitos estaban alistados no por ideales, sino por rencillas entre familias que aprovechaban un bando para enfrentarse en el que estaba su enemigo y saldar cuentas. Quizás hubo convencidos y gente obligada, pero parece ser que el soldado raso estaba más movido por odio pueblerino. Algunos que hayan estudiado pueden decir que los familiares de las víctimas del bando nacional ya fueron satisfechas por indemnización o encontraron el cadáver (incluso el mismo Garzón llegó a esta conclusión sobre un requerimiento sobre la matanza de Paracuellos, promovida por Santiago Carrillo). Pero quizás no todas las víctimas se encontraron y si se hizo y hubo indemnización, no sé la validez moral que tiene algo hecho por la dictadura que no haya sido posteriormente confirmada o rechazada por el pueblo mediante una participación democrática (que nadie malinterprete; por ejemplo, no por dormir el dictador en cama nosotros por obligación debemos hacerlo en el suelo). Entonces dejo al aire si la democracia ha de repudiar lo acaecido durante la dictadura y aplicar su propio homenaje. Porque muertos son muertos y todos humanos. Pero es evidente que el problema viene porque ganaron los malos y esto no nos llena el alma, por lo que ahora se intenta quitar a los historiadores de enmedio y maquillar el pasado desde el punto de vista político.

Pero, claro, esto recorriendo el camino de un Tribunal Internacional, porque desde el interior es más jodido por la Ley de Amnistía de 1977 (que plantearse derogarla es dejan en papel mojado las décadas que han pasado, incluso invalidar los veredictos del propio juez al basarse alguna vez en códigos penales franquistas o leyes de magistratura de la dictadura). Esta ley es uno de los pilares de la democracia, en donde se da libertad y se exonera a todos los proscritos de la dictadura, aparte de convertirse en un seguro para los jerifaltes franquistas de que iban a mantener su cuello. Pero el inicio era de buena fe, tanto que liberaron a muchos miembros de ETA que pocos meses antes hacían estragos. O sea, no todos los liberados fueron presos políticos. Los exiliados pudieron regresar y los políticos a intentar reciclarse. Muchos dicen que era una época de miedo y represión y que todos votaron amedrentados por el malvado Ejército. O es una conspiración muy bien tramada o a los diputados los infundía el ánimo de la paz total y la convivencia. Aconsejo que se acuda al diario de sesiones del Congreso de esa fecha. En sus discursos se lee la esperanza que tienen de dejar las eternas rencillas y unirse en el futuro democrático. Hacer otra Guerra Civil para revertir la balanza a su ideal posición no estaba en la cabeza de nadie. Los franquistas firmaron su muerte, diluyendo los planes de Franco en un mero recuerdo. Los demócratas, nacionalistas y exiliados vieron un espaldarazo en la consecución de las tan ansiadas libertades. Así que en restrospectiva, ganaron los que perdieron la guerra, ya que se impuso por goleada la democracia. El mismo presidente Azaña había escrito una obra de teatro en la que clamaba por la paz, la piedad y el perdón. Los grupos comunistas exiliados también durante la dictadura hablaban de reconciliación, y muchos socialistas se unieron a Juan III para el proyecto de una democracia en España. Estos preparativos nos dan a entender que la Transición no usó la Ley de Amnistía como algo promovido por los políticos franquistas para conservar el poder y dar caramelos a los demás. Olvidar rencillas era lo que tenían en mente. Incluso en el discurso de coronación del Rey en 1975 se mencionó el trabajo de todos juntos y la concordia, una representación institucional de todos sin importar el pasado. Y la puntilla es que el proyecto fue lanzado por el Partido Comunista y el PSUC, en su afán de dar una mano amiga por todos los presos políticos y luchadores por la libertad. Todos hablan de unión y paz, de que seguir con los odios hará retroceder al país (la intervención de Xabier Arzallus por el PNV hace ver que se sientan juntos los que eran antes enemigos y que han superado sus odios y temores por el bien del futuro democrático). La poderosa UCD también se adhiere al ver que es el único instrumento que garantiza una convivencia pacífica. Tras la aprobación por gran mayoría los aplausos en pie se perpetuaron en el hemiciclo, demostrando a toda España que había sido la puntilla a la dictadura y el comienzo de la era democrática, culmidada con el otro pilar que es la Constitución de 1978. O que todo fue una inmensa pantomima elaborada por el Ejército, que por cierto, demasiado bien conseguida. Los que realmente habían luchado y participado en esa cruenta Guerra Civil, sin importar el bando, que con el tiempo habían visto que la única salida posible era la democracia, dejaron sus armas y se sentaron codo con codo para dialogar. Ése es el espíritu de la Transición, aparcar las diferencias para lograr un bien común para toda la sociedad. PCE, PSP, PSC, PSOE, PNV y UCD lo atestiguan.

No podemos cambiar nuestro pasado, sino nuestro futuro. No creo conveniente decir que perdí o gané la guerra, porque no luché en ella y subvencioné a nadie, como tampoco puedo decir que gané o perdí en cualquiera de las guerras carlistas. Otra cosa es tener simpatías por uno de los bandos. Pero como ha pasado es ya historia. Sería muy bonito que las cosas siempre fuesen bien y que los buenos andasen triunfando pero la vida no es así de simple, ni mucho menos. Ha de analizarse de manera crítica e imparcial (en el grado que se pueda) y constatar fallos y aciertos. Mi abuelo materno luchó en el bando republicano hasta que le alcanzó una bala y tuvo que darse de baja. Mi abuelo paterno participaba de las ideas franquistas y quizás pasó información a este bando al más puro estilo de espía. No me siento reivindicado o repudiado por ninguno de los dos. No sé qué situación vivieron para verse obligados a adherirse a uno de los bandos. No quiero venganza para uno ni pedir perdón por el otro. Suyas fueron sus decisiones y suyas sus acciones, el pecado no se pasa de generación en generación. Artistóteles dijo que en el término medio está la virtud, por lo que sólo puedo estudiar lo que hicieron e intentar comprender por qué, no puedo ir atrás en el tiempo para aplaudir o repudiar sus acciones. Sería muy hermoso que en España pasase como en Argentina, que juzgan sin temor a sus dictadores, pero no estuvieron 40 años, no dio tiempo a nacer y crecer en la era dictatorial para no haber visto otra cosa y quedar atrapado con ella. ¿Son culpables entonces? No creo que haya culpa de haber nacido en esta situación. ¿Los vamos a detener por nacer bajo una dictadura si ni siquiera supieran lo que era hasta ya una edad avanzada? ¿Y la gente de pueblo que no se vio ofendida ni agraciada? Arar el campo hay que hacerlo sí o sí y quizás acudías a la ciudad una vez al año. En Argentina intentaron volver a la democracia mientras se enmascaraban para salir indemnes y continuaban humillando a las víctimas. En España fueron las víctimas las que propiciaron la vuelta a la democracia con el planteamiento de la Ley de Amnistía. Que muchos militares han (o habían) de ser llevados a la justicia española estoy de acuerdo, pero hacer una identificación a priori de ambos países puede ser peligroso. Porque lo que criticamos hoy en día si le ponemos el nombre de apartheid sudafricano y presidente Mandela cambia la manera de verlo, ¿no es cierto? Todos vemos en este hombre un líder natural y una persona íntegra y correcta que mediante la paz logró traer la democracia a un país inmerso en el racismo. No creo que ninguno nos atrevamos a decir que Mandela pecó de cobarde al no querer encarcelar a todos los blancos por la opresión que había sufrido el pueblo negro. Mandela no fue mangoneado por mandamases blancos, sino que clamaba por la paz, la unión y la reconciliación; y evidentemente lo vemos bien en este caso. La guerra sólo es un desastre para la civilización.

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Publicado originalmente el  11-06-2010

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