lunes, 10 de octubre de 2011

Recuerdos de la infancia

El clima está raro últimamente por Rosario. En un día hay tormenta y lluvias torrenciales y a los veinte minutos el sol predomina en un cielo azul prístino. Dos o tres veces al día. Desconcierta una barbaridad y a todos los pone de mal humor, bueno a mí nada más por lo que sé. Pero dentro de casa las cosas se ven con más tranquilidad y con menos enfados (quitando las goteras). Me gusta escuchar cómo parece rasgarse la bóveda celeste. Truenos y truenos que siguen varios segundos como encadenando una melodía que alaba la furia de los dioses. Ruidos sordos y poderosos. Es la naturaleza en estado puro: indómita, incontenible, inconcebible, capaz de borrarte del mapa por muy ser humano civilizado que seas (con dinero o sin él, con armas o sin ellas, con poder o sin él). Porque cuando la Tierra se agita levemente nos vamos a la mierda y si no como prueba ahí están las crónicas de afectados por terremotos, huracanes, tsunamis, etc. Los rayos como arañas retorcidas marcándose en el cielo, a veces se ven trazando sus sinuosos caminos y otras se imprimen en la retina en menos de un segundo como una fotografía eterna. A veces, se ven cómo avanzan dentro de las nubes iluminando una hilera de grosor ciclópeo (e incluso he llegado a ver varios colores que se adivinaban dentro de la nube).

Esto me hace recordar a los fines de semana que pasaba en mi pueblo en las que había una tormenta. Hace ya años de eso, hoy con el cambio climático si llueve es para hacer fiesta. Me maravillaba ese poder de la naturaleza y quedaba pegado a la ventana a la espera de ver relámpagos. Como dije, eso fue hace muchos años y no achaco todo al cambio climático, o quizás sí pero por una tonta coincidencia parece que la causante de la escasez de lluvias es otra cosa. Antes se dominaba desde la azotea de mi casa Sierra Gorda, una formación caliza de baja altura a pocos kilómetros de distancia del pueblo, justo al lado del canal artificial. Cuando era pequeño casi estaba intacta pero como estaba compuesta de materiales calizos fue explotada poco a poco y hoy sólo queda una meseta totalmente devastada. Cada vez que avanzaban en las barrenas explosivas y quitaban parte de la montaña las lluvias (y las tormentas) iban siendo más escasas hasta el día de hoy. Siempre me dijeron que las lluvias copiosas venían por el valle del Guadalquivir (y si llovía en Sevilla a las pocas horas llovía en el pueblo, e incluso una persiana que apuntaba al oeste sonaba de manera característica si los vientos de lluvia se aproximaban) por lo que quizás Sierra Gorda funcionaba como tope de las nubes bajas y cargadas de agua y por tanto desaguaban en el pueblo. Ahora posiblemente pasen de largo.

Y recordando sonidos. Hace casi veinte años los veranos los pasaba en casa de mi abuela materna y dormía bajo una ventana que daba al patio. Si me despertaba en plena madrugada no se escuchaba nada, excepto el ruido sordo de los lejanos camiones pasar por la autovía hacia Madrid. Vivía casi en el borde del pueblo, por lo que la autovía quedaba relativamente cerca y sólo escuchaba esos sonidos que acompañados por mucho silencio y algún ladrido ocasional me hacían constatar que había paz y tranquilidad. Hoy ya se reformó completamente la casa y no existe ni patio ni ventana y quizás las madrugadas ya no son tan plácidas como antaño. Son mis recuerdos de niñez y es que me estoy dando cuenta que ya soy un viejo.

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Publicado originalmente el  13-12-2010

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