martes, 11 de octubre de 2011

Historia de una Ida y una Vuelta (Libro de Feria 2008)

En primer lugar me gustaría decir que este título no es invención mía, sino que lo utilizó Bilbo Bolsón para narrar sus aventuras, recopiladas por J. R. R. Tolkien en su libro «El Hobbit». Y no, este escrito no está dedicado sobre la vida y obra de este escritor nacido en Sudáfrica, sino que va de los avatares de la gente y sus viajes. La verdad que tenía pocas ideas para plasmarlas sobre el papel, pero debido a mis viajes y a un escrito sobre la inmigración de ayer y hoy («Cayucos y Pateras», creo que se llamaba), en el que se ponía de manifiesto que si actualmente somos un país que recibe inmigrantes en el pasado éramos emigrantes, pues me entró el gusanillo de la redacción. También me llegó una carta del Señor Alcalde para que volviera a participar, cosa que le agradezco. Así que aquí estoy. Estaría bien que levantase pasiones y críticas este escrito; pero eso se daría en el mejor de los casos, ya que hay que pararse a pensar un poco y quizás con las fiestas tan cercanas no dé tiempo a eso. Bueno, espero que después de una buena Feria alguien relea esto y contraste sus pensamientos con los de este humilde escritor.

La idea general del texto está fundamentada en los grandes cosmonautas soviéticos, que en plena Guerra Fría fueron los primeros en salir al espacio exterior. La entrevista de uno de ellos me impactó sobremanera. Llegó a decir que le parecía impresionante que el planeta en que vivimos presenta desde fuera un aspecto frágil, una bolita azul y blanca en medio de la nada, que incluso podía quitarla de su campo visual con sólo cerrar un ojo y levantar el pulgar. También dijo que lo que más le extrañó es que desde arriba no se ven las fronteras; en toda la extensión marrón y verde que son los continentes no había líneas negras separando naciones. En ese momento yo vi claro que las fronteras y los Estados son ficticios, son elucubraciones humanas para intentar acotar a las poblaciones afines. Así la aplicación político-administrativa es más sencilla. Entonces, ¿a cuento de qué viene la repulsa a que los extranjeros entren en nuestras fronteras? En un sentido estricto todos somos extranjeros, ya que nuestra especie se originó en la zona de Etiopía y Kenia. Como especie ancestralmente nómada, nos hemos extendido por todos los rincones del planeta, así que viajar está en nuestros genes, aunque hoy el estilo de vida sedentario sea el predominante.

Tengo que añadir que actualmente hay un proceso de uniformización llamado Globalización. Hay aspectos positivos y negativos, unos la apoyarán y otros la detestarán; pero la realidad es que está ahí. A día de hoy las telecomunicaciones y los transportes hacen que el mundo sea algo más pequeño, es decir, es más fácil recorrerlo. La Globalización permite que ciertas costumbres e ideas alcancen todo punto del planeta, pero existe el doble filo de que al intentar homogeneizar a la población todas las peculiaridades que se dan a conocer se pierdan irremisiblemente. Dejando esta discusión para otro momento intento dar a conocer que la Globalización permite que nos conozcamos entre todos un poco mejor, así que la frase de «ciudadano del mundo» que tanto predica mi tío Fernando Luna podría incluso resultar ser cierta dentro de poco.

Las últimas noticias indican que Italia ya llega a decir que inmigración y delincuencia son sinónimos. Eso es mentira. Puede ocurrir, como en todos los lugares, que haya gente malvada y que venga a aprovecharse y a delinquir, pero moverse miles de kilómetros y dejar atrás a toda la familia no viene motivado a causa de que el robo sea más sencillo. Simplemente es que necesitan trabajar para poder mantener a sus allegados. Recuerdo que mis tíos albañiles (los Molleja Palomino, conocidos como «los Elena») pasaron una temporada en Alemania y fue para trabajar y ganarse el pan limpiamente y no para montar mafias; por tanto, no quiero que veamos como delincuentes a todos los que vienen a España. Hay que darles una oportunidad. Hay que darles un trato humano. Además, siempre gusta que en tierra extraña te traten bien y no a patadas; y si no, pregunten a los que tuvieron que salir de Andalucía en las décadas del 60 y 70 y salir incluso al extranjero.

Atención, no quiero que la gente diga que mis ideales son que entren todos de golpe. Eso podría fomentar la explotación de los ilegales a manos de gente sin escrúpulos que amenazan a sus trabajadores con denunciarlos como irregulares y así tenerlos atemorizados, mientras sobreviven con sueldo insuficiente y en condiciones infrahumanas. Si se viene a trabajar dignamente y con un contrato previo legal, pues bienvenidos sean. Que hay trabajo para todos, aunque no se quiera reconocerlo. Y que previamente consigan unos conocimientos (no necesariamente exhaustivos) de la lengua oficial y de las costumbres de las sociedades occidentales no me parece mala idea. A cualquier español que quiera realizar estudios o trabajos cualificados en el extranjero se le exige, si no la lengua de ese país, conocimientos de inglés, y no he visto que nadie proteste por eso; es más, se incentiva.

Siempre me pareció buena idea ver mundo, conocer las costumbres de otras culturas y otros países. Incluso ver cómo se nos ve a los españoles desde otro punto de vista exterior. Mi estancia en Argentina me permite ver estos conceptos. Cómo se comporta una sociedad hermana, qué opinión tienen y cómo afrontan el día a día. Ya se sabe que en el diálogo y en el contraste de ideas está la verdad, y no en el dogmatismo y en un único punto de vista.

Pude comprobar de primera mano, siendo extranjero en tierra extranjera, que las cosas no varían mucho. Sólo es gente que intenta vivir día a día: tienen problemas para encontrar piso y se quejan de los sueldos; salen y disfrutan los fines de semana; quieren a sus familiares y amigos; quieren tener algo con lo que alimentarse. O sea, exactamente igual que nosotros. Es que independientemente del color de la piel, del idioma o de las creencias somos seres humanos y queremos lo mismo: vivir.

En fin, que cada uno se sienta como en casa y a gusto con sus papeles en regla, trabajando o estudiando. Yo, por ejemplo, natural de Puente Genil, nunca me he sentido forastero en Villa del Río, y tampoco en Argentina (aunque la distancia y la añoranza por lo que conozco hagan mella en esas latitudes), y si yo quiero sentirme contento en el extranjero y no soy muy diferente al resto, pues creo que ellos quieren lo mismo. Espero que con el paso de los años todos comprendamos la situación y aprendamos a ponernos en la piel del otro. Ojalá podamos conseguirlo, pero con este inminente cambio climático parece que no va a dar tiempo. Así que empecemos a colaborar cuanto antes en salvar el medio ambiente porque si no, no habrá planeta que recorrer ni habitantes que puedan emigrar. Si esto no se va al garete mi deseo es que todos nos tendamos la mano como hermanos.

Pues bueno, ya me voy despidiendo y por motivos laborales y de estudio no podré saludaros en la Feria. Así que desde aquí os pido que disfrutéis en mi nombre estos días.

En memoria de Lorenza «Loren» Martínez Ruano, mi tía.

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Publicado originalmente el  20-01-2011

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