lunes, 10 de octubre de 2011

El fracaso de la Ciencia

Realmente es un título lapidario y no puede tenerse en cuenta al pie de la letra, pero bien es cierto que los científicos estamos cometiendo una serie de pequeños errores que a la larga harán más daño que bien. En los inicios del blog hacía referencia al concepto de verdad y a la soberbia intrínseca de nosotros, los científicos. Es que a veces se nos olvida que aunque el mecanismo del método científico sea el mejor que el ser humano haya conocido, no es posible aplicarlo a todo lo que nos rodea. El sano escepticismo se ha convertido en una fe ciega casi religiosa en las teorías en boga y las defendemos como si fueran verdades inmutables. Si de verdad hacemos caso a lo que fijaron los grandes sabios griegos y consolidaron los eruditos renacentistas, a lo que no puede aplicarse el método científico no se le puede describir; además de que una teoría sólo es buena si explica convincentemente los experimentos y la observación, pero que si aparece otra teoría que los explica mejor, pule los defectos y predice nuevas cosas, ésta pasará a ser la predominante. A veces siguen coexistiendo (Newton-Einstein) con cierta calma, otras, en cambio, no pueden pasar juntas sin enfrentarse (Ptolomeo-Copérnico).

Hoy en día el científico no se arriesga, no innova, no estudia lo que desconoce ni lo que está tan manido por la experiencia cotidiana y lo deja pasar. Quizás no sea por él y sea por los comités que se mofan de lo nuevo, del Estado que quiere un cierto tipo de investigación que dé beneficios, o por culpa de las modas imperantes (muchos teoremas matemáticos han quedado sin demostrar porque las modas o los requerimientos de los físicos pedían otra cosa, por ejemplo). La Ciencia no puede pensar siempre en aplicación inmediata y máximo beneficio. Es útil que una parte de ella se dedique a eso, a una comunión con la ingeniería y un avance de la sociedad. Pero la Ciencia debe ser más que esto: es la encargada de saciar el ansia de conocimiento humano. Que si no reporta beneficios materiales los dará espirituales (en sabiduría y tales asuntos). Saber lo que pasó en los inicios del universo no hará a nuestros coches más rápidos, pero erradicaremos una duda y una laguna de saber que siempre pide a gritos que la despejemos. Y así con miles de cosas. Muchas veces, incluso Stephen Hawking en la actualidad, empiezan a confundir trabajo científico con divulgación científica. Uno obedece al método científico y otro a las pasiones del escritor. Si el primero tiene un rango de rigor y objetividad el segundo intenta aclarar las cosas a los no profesionales del tema y por ello prima la subjetividad del autor. Presentar al ciudadano unas ideas sin comprobar como un argumento de peso es mentir y jugar con él. Ni siquiera en la divulgación se proponen teorías, sino más bien ideas; han de estructurarse y consolidarse para ser teoría. Y lo que es más importante, no quedarse ahí, ya que la naturaleza tiene la última palabra, observando y experimentando se pude saber si la teoría tiene algo de peso o es uno de los muchos cuentos de hadas de la humanidad.

Y el mayor cáncer de la ciencia actual es la interdisciplinariedad. Las universidades y las empresas han apostado por la especialización brutal sobre un aspecto de otro aspecto, formando a gente que sabe todo de nada. Es como que tras años de investigación y esfuerzos logras colorear una baldosa de 30x30 cm y al levantarte ves que el planeta entero sigue sin ser coloreado. Lo divertido del universo es que no se fija a planes de estudio e involucra diversos procesos en su funcionamiento. Por tanto, diferentes grupos de investigación deben ponerse hombro con hombro a trabajar para ilustrar a sus colegas y desvelar la parte que corresponde a su campo. Pero seamos sinceros, estamos tan especializados que es muy difícil volver a abrir la mente y sacudirnos el polvo académico para empaparnos de nuevo conocimiento, o del mismo, pero bajo un punto de vista diferente. Ya no hay mentes célebres como Da Vinci que sabían de todo. Quizás sea porque hoy en día las cosas no eran tan fácilmente explicables como las incógnitas del pasado. O quizás sea vagancia, porque Tesla y Edison son más contemporáneos y estudiaban cosas de lo más variopintas. Una vez superado el reto gigantesco de poder superar la traba de la interdisciplinariedad, que el científico vuelva a ser humilde y con ganas de aprender sobre lo desconocido con veracidad para hablar de ello y que los Gobiernos no vean a la Ciencia como algo sólo utilitario y no como fuente de conocimiento será el momento en que la crisis actual de la Ciencia quede finiquitada y nos convirtamos en mentes como las de niños que exploran por primera vez el mundo y los colores que le rodean. Esa pasión es la que mueve a la especie.

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Publicado originalmente el  06-09-2010

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