martes, 11 de octubre de 2011

Blas Infante, padre de la patria andaluza

De vez en cuando me gusta escribir alguna que otra biografía. Esta vez le toca a un político andalucista destacado. No es otro que Blas Infante. Por estas tierras de Andalucía está muy mitificado y no se sabe nada de su vida. Hoy intentaré remediar esto un poco, desvelando detalles que muchos quizás ni lo habían intuido.

Blas Infante Pérez de Vargas nació en Casares (Málaga) el 5 de julio de 1885 y murió a las afueras de Sevilla el 11 de agosto de 1936, hijo de Luis Infante Andrade, un abogado, y Ginesa Pérez de Vargas y Romo, relacionada con el mundo de la labranza. El joven Blas inicia sus estudios de primaria en Casares, siendo muy aplicados en ellos, por lo que la familia ve que el niño es capaz de cursar bachillerato en Archidona. Sin embargo, debido a la crisis que azota a España por las pérdidas de las últimas posesiones de ultramar tiene que abandonar sus estudios en 1899. Pero Infante, luciendo unos rasgos que le caracterizarán en su madurez, no se rinde y decide estudiar por libre para aprobar los pocos exámenes que le quedaban. Tras conseguirlo, su orgulloso padre le consigue un empleo de escribiente en el juzgado de Casares en 1900. No se queda ahí y decide cursar estudios universitarios. Para ello, se inscribe en la Facultad de Derecho de Granada y consigue su título en 1906. Durante esta época contó con la inestimable ayuda de un buen amigo con un gran potencial para la poesía, el cual le entregaba al joven Blas los apuntes de clase cuando él no podía acudir a Granada, ya fuese por causas de su trabajo o por asuntos familiares.

El gran salto de Blas Infante llega en 1909 en el que gracias a su tesón logra aprobar unas oposiciones para ejercer de notario. Su destino fue Cantillana. En esta localidad germinará su andalucismo, ya latente debido a la fuerte tradición morisca de Casares y al repudio que le provocaba ver a los labradores en condiciones laborales tan pésimas, todo aderezado del pesimismo imperante en la sociedad española tras 1898. Desde 1910 empieza a mantener contactos con intelectuales y regionalistas en el famoso Ateneo de Sevilla, lugar en el que escucha las proclamas de Mario Méndez Bejarano, que termina convirtiéndose en la referencia principal de sus postulados futuros. Infante no se contentó con conocer la teoría del andalucismo, sino que la quiso poner en práctica y para ello viaja por los alrededores de Cantillana para verificar el malestar del los trabajadores andaluces. Debido a su trabajo de notario, se traslada a Isla Cristina y allí conoce de primera mano la problemática andaluza. Mostró siempre empatía hacia los jornaleros, ya que sus condiciones laborales llegaban a ser humillantes. Esta sensación la comprobará día a día durante la década del 20, forjando entonces su carácter decididamente andalucista. Como un anticipo, en 1913, el propio Blas Infante se declara republicano y federal, puesto que ve como origen de todo mal el reinado centralista de Alfonso XIII. Infante plantea su piedra fundamental; para él, Andalucía es una región diferente del resto que pide a gritos una reconstrucción profunda, gracias a la cual será posible la regeneración de España. En este año funda la revista Bética para exponer sus ideas y darlas a conocer al andaluz. Su obra cumbre llega en 1915, en la que mediante diferentes entregas, publica El Ideal Andaluz, escribiendo sobre la historia y la identidad de Andalucía. No se queda sólo en esto, sino que enumera los problemas que atenazan a la sociedad y plantea las soluciones más plausibles. Muchos andaluces, que hasta esa fecha tenían más una consciencia sobre la provincia que habitaban, empiezan a ver el panorama más amplio que propone Blas, uniéndose a su causa. Esto conlleva a que en 1918 se forme la Asamblea de Ronda, fuertemente inspirada en la redacción de la Constitución de Antequera de 1883. En esta asamblea se adopta la bandera (con fuertes connotaciones andalusíes) y el escudo (fuertemente inspirado en el de Cádiz) de Andalucía, símbolos que han perdurado hasta la acutalidad sin apenas alteraciones. La asamblea resuelve que es necesario que Andalucía goce de una autonomía política. Sin embargo, la asamblea tuvo muy poca repercusión entre el pueblo andaluz, siendo más una anécdota que un punto de inflexión. Para lograr lo contrario, el propio Infante escribe a la Sociedad de Naciones para darles a conocer los problemas andaluces y los planes de actuación acordados.

Infante tenía en mente que el andalucismo debía ser una corriente cultural que impregnase todo, y no un movimiento político que instrumentalizase y desvirtuase sus ideales. Sin embargo, tras la Asamblea de Ronda se presenta a las elecciones por el partido Democracia Andaluza, no siendo elegido nunca. Esto se debió al fuerte régimen caciquil que se vivía en España durante esa época, favoreciendo a los dos principales partidos que abanderaban la legalidad del régimen, aunque también hay que contar que no mucha gente comulgaba aún con las ideas de Blas Infante, o incluso nunca llegaron a escucharlas por la difusión lenta de las nuevas ideas. En 1919, un Infante que día a día cree más en sus ideales redacta el Manifiesto Andalucista de Córdoba, en el que firman representantes de varios centros que habían sido fundados por él mismo y que intentaban difundir las ideas andalucistas. En este manifiesto se habla de una Andalucía definida como nacionalidad histórica enmarcada dentro de una España federal y republicana. Pero no se queda sólo en esto, sino que en la redacción se nota un cierto carácter rupturista y usa la definición anterior como trampolín a posteriores políticas separatistas, ya que España queda considerada como un Estado opresor que ha impedido a Andalucía ocupar el sitio que siempre le correspondió, destacando épocas pasadas de gloria como la provincia romana Bética y el Califato de Córdoba de al-Ándalus.

De todas formas, tuvo tiempo para el amor, conociendo a una bella mujer con la que acabó casándose, Angustias García Parias, una rica heredera de Peñaflor. Ella será el punto de apoyo para afrontar los tiempos difíciles y la consejera que nunca se fue de su lado. Ambos tuvieron cuatro hijos: Luisa, María de los Ángeles, Luis y Alegría. Estos años muestran la prolífica carrera de Blas como escritor, siempre atendiendo a los problemas de Andalucía y ensalzando épocas y personajes de renombre que habitaron estas tierras. En 1920 publica Motamid y en 1921 escribe La Dictadura Pedagógica, donde por medio de cuentos sobre animales logra profundizar en muchos temas. Hay muchas teorías, con mayor o menor peso, que dan por sentado que el 15 de septiembre de 1924 Blas Infante se convirtió al Islam. Parece ser que con 39 años lleva a cabo un viaje iniciático a Agmhad, cerca de Marrakech para visitar la tumba de su admirado al-Mutamid, último emir de la taifa de Sevilla. Blas Infante había estudiado árabe a la par de su trabajo y sus publicaciones y sentía una profunda admiración por la historia andalusí. Quizás fuesen estos los embriones que desencadenaron su conversión. Dio siete vueltas en sentido antihorario alrededor de la tumba del Emir, emulando una peregrinación a La Meca y su penitencia alrededor de la Kaaba. Realizada esta shahada toma el nombre de Ahmad y dos testigos dan fe de su conversión, otorgándole una chilaba y un puñal. Estos testigos se decían herederos de los moriscos expulsados de España y se llamaban Omar Dukali (que aseguraba que era descendiente directo de al-Mutamid) y Bini al-Ahmar. Algunos autores, fuera de los convencionalismos típicos, logran ver influencias de sus creencias en su política. A partir de ahora no mostrará tendencias antiespañolistas, sino que practica una conciliación con la España que conquistó a al-Ándalus y promueve que haya una expansión hacia Europa. Después de este año Infante siempre habla de la cultura andaluza y no de nación andaluza, como evitando dar un marco geográfico a sus ideas, además de potenciar la fundación de centros culturales en vez de partidos políticos de corte andalucista. Es cierto que Blas Infante nunca hizo aopología de su religión en sus discursos y escritos y que principalmente es recordado en la actualidad por sus hechos políticos. Sin embargo, cabe preguntarse si la religión mahometana influyó o no de manera trascendente en sus postulados andalucistas. Uno puede pensar que no importa la religión que uno tenga, ya que es algo personal y siempre actúa en función de actos racionales y libres de influjos (muchos políticos han sido cristianos y nunca lo han predicado como lo fundamental de su vida y aplicado a cada resquicio de la política). Pero un musulmán que lleva a rajatabla su fe no lo tiene como algo interior y secreto, sino que tiene la obligación moral de difundirlo y dar ejemplo a los demás, intentando llevar el Islam a cada rincón del planeta y convertir al prójimo. Por consiguiente, los autores creen que su religión sí empapó las actividades políticas de Blas Infante, que quería la restauración de al-Ándalus al crear una cultura andaluza con el Islam como religión principal y que esta cultura influyese tanto en España que sus mecanismos políticos sirvieran para difundir la islamización por toda Europa. Al menos, Gustavo Bueno, ha tenido como cierto este postulado viendo que lo tenía muy difícil por la raigambre del cristianismo en Andalucía y el miedo de los políticos actuales por crear desafección si dan a conocer los detalles de su conversión.

En España, simultáneamente, se consolida la dictadura de Primo de Rivera, con la aceptación del Rey. Blas Infante se niega a colaborar con el Presidente del Consejo y por ello ve cómo le son cerrados todos y cada uno de los centros andaluces que fundó. Sintiendo la opresión y cierto miedo viaja sin avisar a nadie a Madrid, ocultándose de la vida política durante nueve meses. Sin embargo, su pasión por la reforma de la situación actual hacen que no se quede mucho tiempo inactivo. Es más, en 1928 viaja a Galicia y colabora en una publicación de clara inclinación galleguista. Desde ahí viaja a Portugal para interesarse por las formas políticas del país vecino. Estos viajes hacen que aumente su prestigio y su capacidad oratoria, por lo que en 1930 viaja a Málaga y da un discurso memorable en la Sociedad Económica de Amigos del País. La charla se centró principalmente en el pueblo andaluz y su historia, comenzando desde Tartessos. En 1931 se proclama en España la república y llegan nuevos aires a los ciudadanos. Blas Infante cree que su meta está más próxima que nunca. Ejerce en esta época como notario en Coria del Río y se construye una casa que le da el nombre de Dar al-Farah, nombre que le viene como anillo al dedo, puesto que la arquitectura y decoración tienen una fuerte influencia de al-Ándalus. Su fama de nacionalista le permite presidir la Junta Liberalista Andaluza. Se postula como candidato a las elecciones por el Partido Republicano Federal, pero no sale elegido tampoco esta vez. En su programa electoral destacaba las virtudes del federalismo contra el retraso del centralismo, pretendía erradicar el caciquismo electoral, proponía una reforma del sistema electoral y tenía postulados sobre economía, justicia, libertad de enseñanza, legislación sobre el matrimonio, relaciones diplomáticas con el norte de África, reconocimiento de derechos a la mujer, etc. Este mismo año publica un libro contra la República, ya que a su juicio, el Gobierno de Madrid sigue ignorando sistemáticamente el andalucismo. En este libro plantea la existencia de un Estado Libre Andaluz. A su vez, la República lo acusa de haber manipulado las urnas, puesto que había grandes sospechas que su partido República Revolucionaria Federal Andaluza alcanzase el segundo puesto en votos. Sin embargo, y quizás para congraciarse con él, Blas Infante es nombrado jurista para la inminente reforma agraria.

En 1933 vuelve a presentarse a las elecciones. Esta vez va en las listas de la coalición Izquierda Republicana Andaluza, compuesta por la Izquierda Radical Socialista y el Partido Republicano Radical Socialista. De nuevo no resulta elegido, provocando una profunda desilusión a Infante. Pero no abandona su proyecto andalucista. Recoge un canto religioso llamado Santo Dios, que es entonado por los jornaleros al final del día. Esta música sirvió de fuerte inspiración en la creación del Himno de Andalucía, en el que el propio Blas Infante escribe una letra que rememora el glorioso pasado, la situación del obrero andaluz y exalta los colores blanco y verde de la bandera (que pasará a llamarse Arbonaida o Arbondaira). Este año también es el del origen del Estatuto, en el que se dan numerosas reuniones. Las disputas en ellas son muy acaloradas, tanto que al final los representantes de Granada, Jaén y Almería abandonan las reuniones por desacuerdo con las posturas unificadoras y el predominio que tendría Sevilla. De manera egoísta, las reuniones siguen celebrándose y se tienen en cuenta las ocho provincias andaluzas (las tres anteriores más Málaga, Córdoba, Sevilla, Huelva y Cádiz) como si estuviesen presentes. En 1934 Blas Infante se dirige a El Puerto, concretamente a la cárcel, para visitar al Presidente de la Generalitat catalana, Lluís Companys. Muestra así su respeto y se informa del problema en Cataluña, aprendiendo los pasos por los que ha de discurrir la futura autonomía andaluza. Desgraciadamente, el gobierno radical frena la elaboración de estatutos, provocando poco a poco el olvido del proyecto en el pueblo. Hay que esperar hasta 1936 y la victoria del Frente Popular para reactivar el proceso autonómico. El andalucismo entonces cobra nuevas fuerzas y en Sevilla se nombran delegados. En reconocimiento a su labor de difusión y defensa de los ideales andaluces, todos deciden nombrar como Presidente de la Junta Regional Andaluza a Blas Infante. Pero el alzamiento nacional frustra los planes autonomistas. Las tropas de Franco pronto llegan a Andalucía y la elaboración del Estatuto se detiene. La Falange desconfía de Infante y el mismo Queipo de Llano ordena su detención al considerarlo un elemento peligroso que puede desestabilizar la opinión pública en favor del apoyo a la causa nacional. Blas Infante, condenado por defender y creer sus ideas, sabe que le queda poco tiempo. Sin juicio justo e imparcial, se decreta una rápida condena: la pena de muerte. Con dos presos más es transportado fuera de Sevilla, en una carretara cercana a Carmona. Los soldados, de filiación falangista no dudan en su cometido y fusilan a los tres hombres. Muchos cuentan que Blas Infante no murió, sino que quedó inconsciente y despertó cuando los verdugos se habían ido. Perdiendo mucha sangre y desorientado se arrastró moribundo en busca de ayuda. Llegó a un convento de monjas. Ya sabiéndose muerto golpeó la puerta hasta que le abrieron y en vez de pedir abrigo, refugio, ayuda espiritual o la llamada a un médico, sólo pidió un vaso de agua. La madre superiora cerró con fuerza el portón y dejó al motor del andalucismo desangrarse hasta la muerte. Por 1940 se crea un jurado ficticio para humillar su memoria: lo juzgan y lo declaran culpable, sentenciándolo a una muerte que hacía años que se había cumplido. El 14 de abril de 1983, existiendo ya la tan ansiada por él Comunidad Autónoma Andaluza, es declarado Padre de la Patria andaluza, en un intento de reconocimiento a su labor y entrega, sacándolo del injusto olvido.

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Publicado originalmente el  14-04-2011

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