miércoles, 12 de octubre de 2011

Los derroteros de Pino Solanas

Una y otra vez escuché en mi adolescencia y comienzos de mi adultez que la casta política en España era de tan baja calidad por culpa de la poca historia democrática que ha tenido el país. Desde 1977 hasta la actualidad, sumando los años del Sexenio Revolucionario y la II República (y no sé si también entran los años de la Restauración, que siempre se cuentan pero José Bono los reprueba) no han sido suficientes (junto que fueron épocas separadas y no cercanas entre sí) para que los habitantes hallamos normalizado y naturalizado los procesos democráticos. De esta manera, los que llegan a políticos lo hacen por afán del chollo, la adulación, el cobrar por hacer poco, el meterse en negocios turbios y el vivir a todo lujo a costa de mentiras y manipulaciones. Esto lo consideraba como verdad inmutable hasta que al llegar a Argentina comprobé que la casta política era idéntica. Y eso que los usos democráticos se enraízan en el siglo XIX, solo interrumpidos por las tres dictaduras del siglo XX, que son más cortas que la de Franco, por ejemplo. La caradurez y la creencia de que son de otra pasta es algo universal, confirmado por conocidos de México, Colombia y Francia. Pero no iba a ser todo maldad en el mundo político. Un afamado cineasta, Fernando "Pino" Solanas, que en su juventud había abrazado el radicalismo y posteriormente se había convertido en un convencido peronista, había traído nuevos aires a la política argentina. Había filmado para el presidente Perón y el contacto con la vida real le ha hecho plasmar en las pantallas de cines de todo el continente documentales que dejan a la luz las vergüenzas de las empresas privadas fagocitadoras. La minería a cielo abierto altamente contaminante, la venta de la red ferroviaria, la contaminación del medio ambiente, la represión y el ninguneo a las comunidades indígenas, nada se le escapó a su ojo entrenado y puso de manifiesto estas verdades, acusando también a la desidia o connivencia de los políticos argentinos que miraban a otro lado mientras ocurría esto, con el bolsillo bien repleto de billetes. Sus posturas izquierdistas y nacionalizadoras trajeron esperanza a muchos jóvenes que veían cómo la izquierda en el país era un chiste y que la dependencia con el extranjero era descomunal. Pino no se calla la boca y dice verdades como templos, escociéndole a muchos y planteando un modelo económico-productivo fundamentado en las empresas nacionales, la presencia del Estado y el cuidado al medio ambiente.

Por eso fundó Proyecto Sur, un movimiento que trascendía la política y tenía sus repercusiones en ayudas sociales, acción barrial y sindical y lucha por un tren limpio y barato que recorriese toda la superficie de Argentina. Las empresas depredadoras quedaban fuera del baile. Todo esto hizo que muchos entrasen en las filas del partido con unas ganas impresionantes de colaborar. Yo participé de muchas reuniones y puedo decir que acudí a la consolidación y al derrumbe de la sección rosarina del partido. Porque cuando un movimiento es nuevo y necesita de coaliciones y alianzas, siempre entran algunos con ideas idénticas a lo que realizan en otros partidos o con afán de trepar y hacerse conocidos. En Rosario, por oposición entre los que querían que Proyecto Sur fuese un movimiento social con una rama política, otros querían que fuese únicamente un partido. Una discusión sana quedó convertida en una lucha campal con la escisión de dos grupos, que se dedicaron a tirarse los trastos a la cabeza y robar de la sede común cuadros y sillas. Deprimente, ¿verdad? Los que tenían las esperanzas puestas en un partido nuevo y revolucionario se vieron frustrados por las actuaciones de gente de la capital que querían poner a dedo sus candidatos, incluso dar credibilidad a las débiles pruebas que presentaba el grupo disidente. Estuve presente cuando Alcira Argumedo, diputada nacional, se negó a escuchar las pruebas y creyó más en las palabras de unos, queriendo adjudicar a dedo en una ciudad que no conocía a sus candidatos preferidos (o los creía mejores o los veía como cortesanos). Truncó o frenó alguna carrera política que veía que tener un asiento en el pleno municipal estaba al alcance de la mano. Desajustó todo, pero ella pareció que no le importaba, puesto que cada treinta segundos se definía como peronista (quizás en el sentido de que le gustaba aplastar y anular a la oposición, como bien hizo el General).

De todas maneras, Solanas había hecho una muy buena elección en Buenos Aires en 2009 y sus acciones en el Congreso le daban un respaldo impresionante. Su popularidad llegó a cuotas impresionantes, tanto que le daban como segundo en las horas más bajas de la Presidenta y si esta se retiraba estaba cantado que sería el nuevo Presidente. Pero la base tambaleaba, puesto que las nuevas leyes de partidos políticos hacían muy difícil conseguir personería social (los afiliados debían estar rellenando adscripciones y enviar faxes a los partidos para darse de baja cuando antes con afiliarse a uno se te eliminaba del otro). Pino empezó a finales de 2010 a postularse como Presidente para las elecciones del año siguiente. Grandes carteles, mítines multitudinarios y en zonas populares, propuestas claras y de proyectos a futuro. Porque si Proyecto Sur quería ser algo en Argentina no podía ser un partido personalista, sino que tenía que sentar las bases para que en años sucesivos se consolidase como tercera fuerza política (no en importancia, sino al mismo nivel que peronismo y radicalismo). Intentaron torcerle la proyección, diciéndole que mejor era competir contra Macri, el alcalde derechista de Buenos Aires; que si había insultado a la comunidad judía; que la embajada de Israel le tenía manía; que si despreciaba a los salteños (cuando en realidad quiso decir que es difícil cambiar el signo de un voto cuando lo hacen al partido gobernante que amenaza con cortarles el grifo si pierde el poder, junto que la ley electoral desfavorece los centros poco poblados y favorece demasiado a la capital federal). Pino seguía contra viento y marea y en Rosario lanzó a bombo y platillo su candidatura presidencial en un intento de apaciguar los ánimos en la ciudad con su filial destrozada. Pero, misteriosamente, de la noche a la mañana, Solanas decidió que debía presentarse a Buenos Aires. El programa de Proyecto Sur, claramente nacional y estatal, quedaba seriamente mutilado si se iba a presentar en la capital. Sus propuestas abarcaban todo el país, luego tenía que hacer un nuevo programa a marchas forzadas. Quizás lo hizo pensando que Cristina ganaba fuerza y Macri parecía perdido, quizás su camarilla lo convenció de que primero era ganar más popularidad gobernando la capital. Esta segunda hipótesis me la comentó una persona de confianza que está en los entresijos del partido. Y no miento, existe tal persona, al igual que cuando dije que tenía un informante en Guinea Ecuatorial. Todo esto sería algo para aceptar (el recular e ir a por la capital) si no se hubiera hecho de un momento para otro y ¡negando que había dicho que quería ser Presidente! En serio, todas las preguntas que le hacían de por qué su cambio de opinión terminaban con una respuesta tajante: nunca había tenido la idea de llegar a la Casa Rosada, que no había pruebas que apoyasen esa descabellada idea y que mentían para destruirle. No sé si es cosa de edad o una arrogancia aderezada de mentiras, pero yo fui al lanzamiento presidencial en Rosario y dijo que Proyecto Sur no se entendía si no era nacionalmente y para ello era obligatorio alcanzar la Presidencia. ¡Joder! Si estuve hablando con él y todo durante unos segundos. Os aseguro que no miento y muchas pruebas y declaraciones (hasta algún póster descolorido por el sol aún es visible) objetivas y claras al respecto.

Si se le atacaba diciendo que mentía y que cambió de idea se enfadaba aún más y atacaba diciendo que antes todo el mundo lo quería ver en Buenos Aires y que por fin tenían lo que querían. Luego ¿que lo hacía por los periodistas para darles la satisfacción? En tal caso ¿por qué negar una y otra vez que querías ser Presidente? La gente se desconcertó y las propuestas de Pino para la ciudad no estaban muy consolidadas. Gastó todo su rédito de imagen e intentó un imposible. Quedó tercero en las elecciones y muy por debajo del segundo. Hizo sinceramente el ridículo. Sus encuestas lo hacían entrar como segundo y virtual ganador en la segunda vuelta entre los dos cabezas, pero quedó ampliamente relegado casi al olvido. Pero eso no es todo, intentó también volver a la carrera presidencial, si no como cabeza de lista, como brazo fuerte de alguna coalición. Hizo caras bonitas al socialismo de Binner y Stolbizer, se le vio en todos sus actos con abrazos y sonrisas. Palabras bellas para ambos. Pero después dijo que tenía desavenencias y que tuviesen cuidado. Después de eso volvió a unirse a la coalición y propuso a Argumedo como baluarte en las elecciones. Parece ser que lo manipularon (o se dejó manipular) y por eso se enfadó la primera vez, pero cuando no contaron con la enchufada Argumedo salió echando pestes de la coalición. Y de manera mágica, rescató las antiguas consignas y planes electorales, ¡y propuso a Argumedo como Presidenta por Proyecto Sur! Él, que nunca había querido ser Presidente (olvidando que los demás tenemos buena memoria) sacó a la velocidad del rayo y altamente improvisando la candidatura de Argumedo. Esta mujer es poco conocida, por lo que siempre aparecía a su lado y confiaba que tras las primarias ganaría relevancia y se haría conocida entre los electores. Cuando faltaba poco para las elecciones, dijo que podría apoyar a los socialistas en caso que fuese necesario para derrotar a Cristina (de nuevo donde dije digo digo diego; el tercer acercamiento que termina por volver locos a sus simpatizantes).

El final de esta historia es que Proyecto Sur sufrió ¿inesperadamente? una aplastante derrota en las elecciones primarias a la Presidencia. Casi con un 0,90 % quedó lejos del 1,5 % para poder presentarse a la primera ronda. Algunos entraron para luchar por en puesto en el Congreso. Del Frade, que había entrado como Diputado Provincial en Santa Fe, es relegado al ostracismo al sacar el tribunal electoral del cajón de las sorpresas una ley de la dictadura que lo deja afuera (las últimas elecciones se hicieron con una ley nueva que le permitía entrar y en estos comicios los principales partidos firmaron que la nueva ley era válida y la aplicarían y se someterían a ella). Sacaron la ley para dejarlo a fuera solo a él, porque al resto aplicaron la ley pactada de antemano. Ahora todo está en la Justicia y recemos porque entre Del Frade, porque si no desgajará totalmente a Proyecto Sur. Tras la humillación de las primarias Pino se ha dedicado a criticar a sus antiguos aliados socialistas y a todo quien se le ponga a la vista. De autocrítica, nada. El fin de un proyecto hermoso queda arruinado por la obcecación y las ansias de personalismo, además de la soberbia de ufanarse diciendo que en 2015 sí que se presentará de verdad a la Presidencia.

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Publicado originalmente el  18-08-2011

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