lunes, 10 de octubre de 2011

La Restauración: la transición de 1875-1876

En esta tercera entrega voy a centrarme en el proceso de nucleación del movimiento alfonsino tras haber conseguido sus objetivos gracias al trabajo de Cánovas. La llegada al poder no va a ser un camino de rosas, ya que el pronunciamiento de Martínez Campos da una predominancia implícita al sector moderado, por tanto se da inicio a una delicada operación de conciliación dentro del mismo movimiento, intentando conseguir el mayor número de apoyos moderados y conservadores para no destruir lo que con tanto esfuerzo se había alcanzado. Los primeros pasos reconcialiadores y de reforma del país se ajustan a la perfección a lo estipulado en el Manifiesto de Sandhurst, aunque para que fuese verdaderamente programático era necesaria una España sumergida en la paz tanto civil como militar. Para el primer caso se proyecta la creación del partido liberal-conservador que englobe a la mayoría de las opciones del momento: la izquierda de moderados, unionistas y la derecha de los constitucionales. Para el segundo caso era necesario terminar con los duraderos conflictos de Cuba y el norte de España; esto se resuelve con la actuación de Alfonso XII como soldado, acudiendo al frente de la guerra carlista y colaborando con la toma de decisiones. Su presencia en el campo de batalla se hizo sumamente importante a la hora de ganar el respeto militar. Tanto se esforzó el joven Rey que estuvo a punto de ser capturado en una incursión de los carlistas, aunque una vez a salvo pudo contemplar con sus propios ojos el fin de la guerra. Con España pacificada entonces el Manifiesto se debía consolidar con la aprobación de una nueva Constitución, por lo que en 1875 un cúmulo de antiguos senadores y diputados firman unas bases que conducen a la formación de Cortes Constituyentes en 1876. La redacción del texto no estuvo exenta de polémicas desde el seno de moderados y carlistas por su tono conciliador. Esto permitió consolidar al nuevo partido conservador usando a todos los que no se oponían al espíritu constitucional, arrinconando a los díscolos y dando estabilidad al régimen al originar un partido fuerte.

Este periodo es considerado con razón una auténtica dictadura de Cánovas del Castillo. Afortunadamente no fue porque renunció o fingió aceptar el Manifiesto de Sandhurst sino que no encontró otra manera de jugar las cartas que le habían tocado y lidiar con los sectores que conformaban la sociedad del momento. Para congraciarse con los moderados y convencerles de que el partido conservador era la única alternativa plausible dictó leyes de control de prensa y del orden público, dando a la vez un protagonismo inusitado a la Iglesia que no había sido concebido antes. Ante dicho panorama los moderados se envalentonan y publican el decreto Orovio, por el que se indica que la enseñanza debe seguir ciertos preceptos morales y políticos consonantes con los postulados eclesiásticos. Parece ser que no toda la responsabilidad puede achacársele a Cánovas, sino que hay que contar con importantes personajes moderados que aprovecharon la política de acercamiento canovista. Este decreto supuso la expulsión de los profesores krausistas y la inmediata formación de la Institución de Libre Enseñanza por éstos. Ésta pudo crearse gracias a la connivencia de Cánovas para no verse cercenado por un aumento de representación de los moderados. Gracias a la ayuda prestada por Cánovas a la ILE, a pesar del destierro del profesorado, pudieron darse multitud de actividades e influencias tanto dentro como fuera de la enseñanza. Canovistas y moderados no sólo chocaron frontalmente con la diatriba de la enseñanza libre contra la de vertiente eclesiástica. Un segundo punto de confrontación fue el debate sobre la vuelta de Isabel II a España, apoyada por los moderados y rechazada por los canovistas; los temores de manipulación de la madre y sus fuertes ideas católicas hacen que se congele la decisión hasta 1876, momento en que entra en el país con la transición finiquitada, la Constitución promulgada y la guerra carlista ganada. El tercer punto de enfrentamientos fue la discusión sobre redactar una nueva Constitución o promulgar la de 1845. Los moderados querían esto último, ya que los dejaba en una posición de ventaja sobre otras ideologías; afortunadamente los canovistas pudieron vencer con sus propuestas. El cuarto punto, y más candente, es sobre la unidad católica o la tolerancia de cultos. Los moderados luchaban por reconocer la unidad católica fomentada durante la guerra carlista por ideologías absolutistas y ultracatólicas; Cánovas entonces se vio obligado a tratar con suma delicadeza el problema de tal manera que pudiera ganarse las simpatías de la mayor parte de los moderados a pesar de las presiones vaticanas. Con la Comisión de Notables de 1875 los moderados ven peligrar la unidad católica, por lo que hacen hincapié sobre los orígenes de la guerra carlista y movilizan a la gente en manifestaciones y peregrinaciones, escuchando todos los consejos que vengan de la Santa Sede. Este conflicto se convierte en la piedra angular de Cánovas, que poco a poco va ganando cuando empieza a consolidarse su partido conservador al acercarse muchos moderados.

Estos primeros pasos de la Restauración se enmarcan en una nueva política dirigida en un espaldarazo a la ciencia española, muy atrasada con respecto a las potencias vecinas. Si bien es cierto que hay un importante avance y mayores fondos, aún se queda muy atrás del resto del panorama internacional. Se intenta trabajar en el campo de la astronomía y de la cartografía, no olvidando la ingeniería para la construcción de naves, máquinas de guerra e infraestructuras. En el campo de la arquitectura se da un movimiento de añoranza al pasado, retomando técnicas antiguas adaptadas al tiempo actual, tal como el neogótico. Es un intento de ensalzar la historia mitificada y crear un vínculo con el presente. En el campo de la literatura y el pensamiento está en auge el romanticismo, que se opone a la racionalidad y espiritualidad anterior que en esos años claman de que fue la responsable de tantas penurias. Ahora se tratan los sentimientos, las pasiones, las metáforas, las leyendas, los miedos, el amor, la venganza. El sentimentalisto de la época romántica hará una hornada de grandes escritores melancólicos y dispuestos a analizar la parte oscura del ser humano. Posteriormente aparecerá el realismo, criticando los desmanes e hipocresía del romanticismo, describiendo con pelos y señales todo lo que acontece alrededor, quitando el aire ensoñador y preguntándose por qué las cosas van tan mal. En la pintura se aprecian estos movimientos, incluso nuevas tendencias radicalmente innovadoras que proponen una vuelta de tuerca de lo que existía. Como la sociedad está de lleno en la Revolución Industrial y el auge del capitalismo (aunque en España llegan y explotan algo atrofiados) la ingeniería cobra una especial importancia, empleando toda la imaginación y creatividad en los productos o elementos de transporte para darles belleza y máxima funcionalidad, empleando incluso el saber de la artesanía.

Como lo dicho en el anterior párrafo, la Restauración fue una época de cambios tanto al nivel cultural como político. Pero esto no podía ser cierto hasta que no se proclamase una nueva Constitución de carácter abierto y conciliador que diese libertad de ideología y prácticas. Todo esto tiene su origen en el cambio de política de Cánovas, que deja de dar predominancia a los intereses moderados en el momento que empiezan las reuniones de la Asamblea de Notables en mayo de 1875. Su técnica fue simple y efectiva: mientras que intentaba ganarse la simpatía de muchos moderados, propuso que las bases constitucionales fuesen redactadas por 39 personas y no por toda la Asamblea (en donde eran mayoría los moderados). Estos 39 Notables eran un tercio moderados, un tercio canovistas y un tercio constitucionales escindidos de Sagasta. Estos dos últimos estaban a favor de las políticas de reconciliación de Cánovas, por lo que su plan funcionaría con gran acierto. Aquí se dan los primeros pasos para la formación del partido liberal-conservador. Esta Asamblea fue propuesta por el partido constitucional escindido, dirigido por Alonso Martínez. Sus propuestas fueron escuchadas con agrado por el gobierno canovista, mejorando y ampliando los proyectos de Martínez. Por tanto, la Asamblea de designó como convocante y conciliadora, a pesar de los reniegos moderados. Dichas ideas de Martínez aceptan la monarquía y la legitimidad de Alfonso XII, adelantando que son necesarias la equidad, la justicia, la legalidad y la conciliación. Gracias a la jugada de los 39 Notables las propuestas de Alonso Martínez cobran peso como germen constitucional (y más que la redacción de las bases se encargan a 9 Notables unidos en subcomisión). Martínez en la Asamblea y Cánovas en el Gobierno plantearon las bases a tener en cuenta en la redacción de la subcomisión, aunque el problema de la unidad católica fue el escollo más difícil de evitar: hubo disidencia de algunos moderados, los canovistas se aliaron con varios constitucionales y sectores inmovilistas moderados clamaban por la unión y la defensa de ésta como fuese. Para calmar tensiones la Asamblea, a pedido de Cánovas, propone un consenso que sea fuerte para aceptar al Rey y a la Constitución como única manera de llegar al régimen parlamentario y no sólo a una dictadura de presuntas intenciones benévolas. Una vez aliviadas tensiones se precedió a elecciones para aprobar la nueva Constitución. Para ello se decidió mantener el sufragio universal de la Ley Electoral de 1870, cosa que entraba en contradicción con las ideas de Cánovas, lo que provoca una crisis ministerial y dimite del cargo, pasando la presidencia a Joaquín Jovellar. La no implicación en el debate hizo que Cánovas no fuese muy atacado desde el sector moderado y que las bases del partido conservador quedasen intactas, ya que si hubiese tocado la Ley Electoral hubiese sido visto como un dictador y manipulador por todos sus compañeros. En el caso de no haberla tocado, evidentemente habría quedado como un hipócrita. La presidencia de Jovellar sólo duró tres meses, el tiempo de la aprobación de las bases electorales, volviendo a ocupar Cánovas el cargo. En el proceso de renovación de ministerios pudo prescindir de varios moderados. Contó además con la colaboración de Romero Robledo, encargado de manipular las inminentes elecciones por medio de caciques en su tradicional pucherazo. El fraude conllevó a una amplia victoria del recién creado partido conservador, dejando en clara minoría a la oposición y llevando al parlamento a varios grupos ajenos o distantes al proceso de la Restauración. No se niega que los resultados reales diesen la victoria a Cánovas, pero sin la manipulación no hubiese podido tener tanta holgura para trabajar con una segura mayoría (ciertamente es escandaloso, pero la Ley Electoral actual es idéntica al sobrerrepresentar a pocos partidos o a partidos de voto concentrado). Ganadas las elecciones aprobó la Constitución y pudo aplicarla sin muchos problemas que podría haber tenido si la oposición hubiese sido fuerte. Entonces, por consiguiente, mediante métodos no democráticos y autolimitándose a las bases del alfonsismo Cánovas se encargó de frenar la influencia de los moderados y de cortarles sus ideas contrarrevolucionarias al aplicar los preceptos de la nueva Constitución.

Dicha Constitución de 1876 ha sido la más duradera de la historia de España, por lo que ha sido estudiada hasta la saciedad. Su triunfo se fundamenta en la máxima expresión del movimiento alfonsino plasmado en el Manifiesto de Sandhurst: pragmatismo, flexibilidad, eclecticismo, ambigüedad, aceptable y adaptable. Una lectura de ella puede hacer llegar a la conclusión de que es una mezcla de las Constituciones de 1845, de corte moderado al tomar como suyas sus conceptos doctrinarios, y de 1869, de corte liberal-radical, asumiendo todos los derechos y libertades de ésta (aunque la regulación no fue inmediata a su publicación, como la libertad de asociación por ejemplo). Lo nuevo y revolucionario de esta Constitución de 1876 es la regulación de la tolerancia de cultos y la composición del Senado (parte electiva, parte vitalicia por derecho y parte designación real). Sin embargo, no son aspectos originales (la tolerancia se preveía en la Constitución de 1856 no promulgada y la formación del Senado quiso ser una reforma de Pacheco a la de 1845), aunque sí implantados por primera vez, la verdad sea dicha. Por tanto, esta Constitución entronca con la tradición comenzada en Cádiz en 1812 como una evolución natural acorde con los tiempos. Además, su larga vigencia se debe a la flexibilidad de redacción de las fórmulas ya ensayadas que tienen su cúlmen en la composición del Senado y en la libertad religiosa.

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Publicado originalmente el  15-07-2010

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