martes, 11 de octubre de 2011

Diario de Viaje: Victoria (Marzo 2011)

El decreto presidencial nuevo nos permitió unir el fin de semana con lunes y martes de carnaval, siendo todos estos días festivos. Para alegrar la cosa Geo y yo iniciamos un viaje a Victoria, una pequeña ciudad situada en Entre Ríos, conocida por sus carnavales y su casino. Era la primera vez que iba a pisar esta provincia (si bien es cierto que las islas frente a Rosario pertenecen a esta provincia, aunque el primer frente de ellas son de Santa Fe y sólo he pisado éstas). El sábado a la mañana, con sueño nos dirigimos a la estación de autobuses, no habiendo más hacia Victoria hasta tres horas después. El primer chasco, sí, pero comiendo helado se superan esos traumas. Fuimos después a un parquecito a leer y dormir algo por turnos hasta que nos llegó la hora y atravesamos el famoso puente. A decir verdad, pronto se convierte en simple carretera porque entre las márgenes del Paraná hay islas enormes de varios kilómetros con alguna que otra edificación. Quizás el agua es subterránea o está a la espera de subir de nivel para inundar estas islas. Ya en Victoria descubrimos que todo el mundo había elegido esta ciudad y que no había lugar para dormir. Pensamos en volvernos, pero vi que había oportunidades aún. Una posada regentada por una vieja que daba miedo (como las ancianas de la película La Comunidad, toda vieja y sospechando de todo, capaz de vigilarnos durmiendo). Salimos corriendo y llamamos a varios lugares que nos dijeron que no había nada. Un solícito taxista nos dijo que había fuera de la ciudad bonitas cabañas, pero no sabía si estaban desocupadas y el número que nos habían dado estaba equivocado. Para nada íbamos a andar para una lotería. También mencionaron una casa cuya dueña alquilaba una habitación, pero no estaba. Los de Victoria muy solícitos y amables hasta exasperarte. Un matrimonio nos dio números para probar suerte, pero ya estaban alquiladas. Temblando por tener que dormir con la anciana que da miedo una que regentaba un negocio nos dijo que probásemos en frente de esa casa. ¡Eureka! Una casa habilitada con varias habitaciones y baño compartido estaba muy bien y barata, por lo que la alquilamos.

Tras esas aventuras dimos una vuelta por la ciudad, visitando sus parques y su ínfimo centro urbano. Iglesia, ayuntamiento, todo lo típico (excepto un museo del OVNI que no visitamos). Paseamos hasta la ribera, viendo el delta verde y azul exhuberante. La puesta de sol magnífica. El paseo, ya nocturno, nos llevó por la costanera hasta el casino y de ahí intentamos volver a la habitación, atravesando un camino sin asfaltar y sin atisbo de vida. Unas risas por si nos abducían y cierto olor a descomposición de un animalillo hicieron que fuésemos más rápido. Duchados y cambiados fuimos a comer a la plaza céntrica, que tardaron una hora en servirnos y a la vuelta entramos en un pub a tomar algunos cubatas. Tras eso, a dormir.

Y el domingo fue el día de visita a las termas. Nos llevó gratis el marido de la que regentaba la casa de habitaciones de alquiler y fuimos por un atajo, evitando la cola de kilómetros que esperaban a entrar en las termas, que con muy buena infraestructura y vistas al delta espectaculares, pero pésimamente organizadas. A la entrada nos quisieron confundir para hacer dos filas, la de taquilla y la de entrada, perdiendo casi una hora. Nos negamos y conseguimos que nos comprasen las entradas. Las termas también tenían parque acuático, yendo a la piscina normal a volver a probar el agua con cloro tras varios años. Tras eso, unos chorritos cálidos y agua salada templada y amarilla para reparar nuestras heridas. Un paseo por el complejo nos abrió el apetito y otra hora de espera en fila para que nos dijeran que apenas había nada. Desorganización total y quejas contínuas. Después fuimos a las termas en piedras que tenían varias temperaturas y salinidades diferentes. Muy bueno, aunque ya me estaba achicharrando. Y para terminar con espíritu infantil fuimos hacia los toboganes y rizos a tirarnos un par de veces. Finalmente, salimos pronto y nos duchamos a tiempo, llamamos a un taxi y de vuelta a Victoria a la terminal de autobuses para llegar a cenar y dormir en nuestra conocida Rosario.

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Publicado originalmente el  09-03-2011

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