lunes, 10 de octubre de 2011

Mundial de 2010

Por fin tantas cábalas y ensoñaciones se cumplieron. Con más de un sufrimiento y sin demostrar un fútbol de élite como vivimos en la Eurocopa de 2008 España se coronó como campeona del mundo de fútbol en Sudáfrica. Ver levantar a Casillas el trofeo Jules Rimet me emocionó y lágrimas se me escaparon. La estrella sobre el escudo da un orgullo e ilusión tremendas. Tras el primer partido me dejé crecer la barba en un intento superchero de talismán. Como la anterior vez, me encontraba fuera del Reino y parece que ambas cosas se combinaron para ganar la tan ansiada copa. Desde 1964 que queríamos conseguir algo interesante (con perdón de las medallas de oro y plata de las Olimpiadas) y se consiguen dos trofeos seguidos. Suiza, Honduras, Chile, Portugal, Paraguay, Alemania y Holanda fueron los equipos a batir. Confieso que a causa de mi pesimismo renegué y me quité las ilusiones que caracterizan a cualquiera al principio de todo torneo. No quería otro varapalo, por lo que tantas críticas a Del Bosque y a la indefinición en el borde del área junto a pases algo imprecisos fueron el centro de mis críticas. Pero lo bueno de un pesimista es que sólo puede llevarse sorpresas (lo otro sería confirmar sus ideas, por lo que ya no es posible ir más abajo). La derrota ante Suiza funcionó para poner en el suelo las aspiraciones y el endiosamiento de los futbolistas (que habían pedido medio millón de prima si ganaban el torneo). Con matemáticas y estadística y con más pasión que fútbol pasamos del grupo H para enfrentarnos con la poderosa Brasil o con Portugal. Los hermanos lusos creo que no jugaron ese partido para ganar, sino que estaban a la expectativa. Para variar, Cristiano Ronaldo no estuvo a la altura, confirmando que sólo es la estrella mundial frente a la cámara. Con Paraguay y la promesa de desnudo de Larissa Riquelme el asunto se puso entretenido; llegando a cuartos todo estaba a salvo, una retirada digna. Pero los penaltis me hicieron parar el corazón y me crecí ante las críticas de los aficionados del bar. España ganó y Larissa se desnudó de todas formas. Con Alemania se jugó un señor partido, el mejor del mundial a mi parecer por parte de la Furia Roja. Los alemanes venían subidos por la humillación realizada a Argentina y se las veían de rositas. El pulpo Paul, estuvo de nuestro lado y tuvieron que volverse a tierras teutonas antes de tiempo. El haber pasado a semifinales nos había dejado ya un puesto en la historia, igualando como mínimo la cuarta plaza de Brasil 1950, pero ya llegados a la final se estaba tan cerca que uno no podía evitar hacerse ilusiones. Holanda, la que eliminó a Brasil, nos esperaba. El partido fue duro y rácano en ciertos compases. Hubo buenas jugadas y Casillas se confirmó como santo patrón. Iniesta en la prórroga me obligó a gritar con todas mis fuerzas mientras me derrumbaba en el suelo.

La celebración fue apoteósica, acurrucado y recibiendo mensajes lloré y tras ver la ceremonia de campeones me puse una camiseta con el escudo de España y con mi bandera salí con unos amigos al frío de la ciudad rosarina. Los coches pitaban para festejar y los saltos y cantos fueron algo cotidiano. En el monumento no había nadie, excepto un anciano vendiendo merchandising de España (banderitas, copas de mundial, vuvuzelas, etc). Encontré una familia descendiente de jienenses y a una turista de Toledo y a otra de Zaragoza. Cantamos, posamos, nos hicimos fotos. Al día siguiente me enteré que todos los españoles (ya casi todos ellos ancianos) estaban en el Hogar Navarro disfrutando de la victoria y de una buena calefacción. Nos dirigimos a las peatonales a ver si había alguien en el Hogar Español, que inexplicablemente estaba cerrado a cal y canto. Tras reponer fuerzas en un bar fuimos a cenar (pidiendo patatas a la holandesa para chinchar). Muchos quisieron posar con la bandera y las felicitaciones fueron continuas. En el reportaje especial pude ver el famoso beso de Casillas a Sara Carbonero, que no sé por qué pero me imaginé el desenlace de la entrevista desde el primer segundo. Finalmente, en una posterior reunión disfrutamos de un rico Jhonnie Walker etiqueta roja para hacer extensiva la celebración con algo que hacía referencia al color de la Roja.

En España ya se sabe lo que pasó. Intenté hablar por teléfono, pero el ruido de coches y gritos me lo impidieron. Cuando llegaron a Madrid y tras las recepciones en Zarzuela y Moncloa se llenaron las calles de la capital de gente llevando insignias españolas. No recuerdo haber visto de esa manera la superación de los prejuicios atávicos existentes con los símbolos nacionales. Lástima que sea por deporte y después vayan a guardar polvo. La marea humana me impresionó y a pesar de algunos malos gestos de pocos futbolistas la velada fue amena. Lo cierto es que sirvió como válvula de escape a la gente que está viviendo una crisis de caballo. Un par de días de festejos siempre vienen bien. Lo malo es que los políticos son aficionados al pan y circo romano y lo usan para tapar sus precariedades. Una diversión, vamos. Con esto ocultan el desastre que hacen y se hacen partícipes de la victoria: que sin ellos esto no hubiera sido posible. Caradurez se llama eso. Pero en el signo deportivo no queda otra que el mundo entero hable de España mínimo hasta 2014. Lo que ocurra a partir de ahora es seguir surcando la historia.

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Publicado originalmente el  17-08-2010

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